De oriente a oriente: colibrí colombiano vuela hasta Barcelona

Q’nti, el colibrí colombiano que mira al oriente de Venezuela / Foto: Adriana Sánchez - ©CiudadMural.

 

27/08/23.- La maestra Jimena tenía un problema. Con más de una década de experiencia en el aula del quinto grado de la Escuela Normal Superior Miguel de Cervantes Saavedra, parecía no encontrar la fórmula para domar el ímpetu Juan Mauricio, un niño que con apenas diez años se le estaba haciendo muy cansón.

Una mañana en la que Mauricio, así lo llaman todos desde niño, estuvo especialmente inquieto, la maestra le pidió salir del salón de clases para hacer una caminata a través del patio de la escuela. Poco habían avanzado cuando se toparon con Santiago, el profesor de Artística que trabajaba debajo de un sol inclemente, pintando en cinco enormes cuadros distribuidos en la pared, una representación de El renacuajo paseador, la tradicional fábula colombiana escrita por el poeta Rafael Pombo en 1867.

—¡Eh, Santiago, poné este muchacho a trabajar allá al sol! –gritó Jimena a su colega.

El profesor lo aceptó como asistente, y sin saberlo, la maestra Jimena que esa mañana vio en el mural una especie de castigo para el alumno indomable, había puesto al niño frente a frente con el oficio que le ocupará su vida. Pero eso Mauricio también lo ignora en ese instante.

Al día siguiente, metido ya en su papel de muralista, volvió a la escuela dispuesto a bañarse de colores, vistiendo la ropa más vieja que tenía en casa. No entró al aula sino que se fue directo a la pared que pintaba con el profesor Santiago.

—¡Mauricio! –gritó la maestra al verlo– ¿Usted qué hace allí?

—Profe… –respondió el niño un poco asustado– pero si usted me mandó ayer a pintar este mural, y este mural no está terminado. Yo lo quiero terminar.

Y en el patio de la escuela de su pueblo, entintado de pigmento verde color del renacuajo, terminó el quinto grado… y su primera pintura mural.

 

Mauricio Patiño AKA SAC, en plena faena en Barcelona, Anzoátegui, Venezuela / Foto: Adriana Sánchez - ©CiudadMural

 

Una pared en cualquier lugar

Mauricio no sabe con exactitud cuántos murales ha pintado dentro y fuera de Colombia, desde aquel que debió iniciar como un castigo en la escuela primaria en un ya lejano 1989. Sabe sí, que ha transformado paredes huérfanas en obras de arte a lo largo de Putumayo, Cauca, Cali, Medellín y Santander. 

—Lo que sí tengo claro es que ha sido demasiada pintura ¡Pero oiga esto! –advierte Mauricio– solo en Guacarí, en mi pueblo, he pintado exactamente noventa murales. A eso póngale la firma.

Uno de esos murales no enumerados del artista colombiano se encuentra desde el pasado sábado 12 de agosto, en la confluencia de las calles Freites y Ricaurte del centro histórico de la ciudad de Barcelona, al oriente de Venezuela.

En esta pared, de unos diez metros de ancho por cuatro de alto, “un niño Q’nti mira hacia el oriente”, explica Mauricio, “hacia donde nace el sol, que es donde queda el mundo celestial. Desde allá traerá la buena siembra, la salud y prosperidad. Me gusta mucho que mire hacia el oriente, hacia donde nace el sol de Barcelona. Del oriente de mi país al oriente de Venezuela”.

Q’nti, el colibrí, es nada menos que el mensajero de los dioses, según una leyenda popularizada en todo el suroccidente colombiano. El muralista, invitado especial del Festival Internacional Itinerante de Muralismo “Ciudad Mural”, rescata para la capital del estado Anzoátegui, este mito que dice: cuando un colibrí pasa por un pueblo, este mensajero alado toma de la gente la ruina, la tristeza o la enfermedad, y se la lleva lejos. Después de tres días regresa, esta vez con abundancia, con buena siembra y prosperidad.

Cuando finalmente puso su firma a la obra terminada, Mauricio consideró que “pintar un mural en Venezuela, más que un acto artístico, fue un acto político. Entonces, pintar en Venezuela resignificó mi acción artística, me devolvió la confianza de decir ¡mi lucha es correcta! que me encuentro con mis hermanos, emisarios del color, por las calles de Latinoamérica, desde una perspectiva de unidad, de hermandad”.

El muralista colombiano habla con niñas y niños de Barcelona / Foto: Adriana Sánchez - ©CiudadMural.

 

Mauricio AKA: SAC

Mauricio nació como Juan Mauricio Patiño Ceballos, el 3 de octubre de 1979 en un pueblo campesino del departamento del Valle del Cauca, que tiene unos 50 mil pobladores.

Sus habitantes llaman al pueblo Guacarí, a secas, aunque oficialmente tiene un nombre más pomposo: San Juan Bautista de Guacarí. Y Guacarí, que significa garza blanca y es el nombre de una diosa indígena (Huakar), bien podría ser un territorio mágico sembrado en cualquier parte del planeta, rodeado al mismo tiempo por América y Europa, ya que por esas cosas del azar maravilloso de Colombia, limita al norte con Guadalajara y al este con Ginebra.

 

Mauricio se dio cuenta que fueron los pinceles quienes lo sacaron de la depresión.

 

Es el menor de los hijos de una pareja de campesinos y tiene 9 hermanos. Al igual que sus hermanos, se licenció en Educación Básica Primaria y fue maestro en su pueblo y otras ciudades cercanas, pero también es un músico que ejecuta la quena, el bajo, las congas, el redoblante y el yembé.

En la pintura, Mauricio pasó de ser un autodidacta a formarse académicamente, pero dejó su carrera de maestro de escuela para dedicarse en cuerpo y alma a la pintura mural, cuando se dio cuenta que fueron los pinceles quienes lo sacaron de la depresión más profunda que padeció en su vida.

Pasó del graffiti al expresionismo y de allí a la figuración. Después, relata, “me inventé un colectivo de muralistas y otros artistas” que adoptó el nombre de Sociedad de Arte y Cultura (SAC).

De esa idea de conjunto tomó su nombre artístico

—Es que mi trabajo no es tan personal. Es un trabajo artístico que recoge, digamos, la identidad desde lo ancestral, desde lo político, desde lo natural. Podría decir que es un registro ancestral de la identidad de los territorios. Ese es mi fuerte, y no importa si es paisajismo o si hay que retratar a una persona o si debo pintar, desde una sensibilidad más profunda, un momento de la historia. Es un trabajo que comencé en Colombia y ahora, después de la experiencia venezolana, creo que va a tocar ampliar la gráfica a un concepto más latinoamericano.

Entonces SAC, ya no es solamente Mauricio o los artistas que hicieron ese colectivo. Ya no es solamente una mano que se aferra al pincel para poner pigmento en una pared… es un pueblo de Colorbia (como le gusta llamar a su país) que va dejando vidas por las paredes solitarias de los caminos de América.

 

La obra del muralista colombiano frente a la Plaza Rolando del centro histórico de Barcelona / Foto: Adriana Sánchez - ©CiudadMural

 

Ernesto J. Navarro / @ernestojnavarro


Noticias Relacionadas