Punto de quiebre | Taras y/o deficiencia en el periodismo

La expulsión del periodista no constituye un atentado contra la libertad de expresión

29/08/2023.- Decía nuestro profesor Gilberto Alcalá —y nos fue machacado luego por su colega Gerardo Oviedo— que las entrevistas deben ser preparadas, a fin de sacarle provecho al entrevistado, que se supone debe ser una persona ducha (un experto) en el tema que se va a tratar. Es obvio que la finalidad de la entrevista es conocer, de manos del especialista, otras vertientes, puntos de vista, aristas, sobre un tema, que ayude a las audiencias (así llaman ahora a los televidentes y lectores) a comprender algún tema específico.

Muchos profesores de Periodismo nos machacaron hasta el cansancio que los periodistas no somos protagonistas de la noticia y que a nadie (léase bien, a nadie) le interesa lo que este piensa o cree sobre un tema. Esto no quita que todos tengamos nuestros corazoncitos y nuestras posturas personales ante los hechos cotidianos, pero eso lo hemos de guardar, decía otro profesor cuyo nombre no recuerdo, para las chácharas con nuestros familiares, amigos o colegas.

¿O sea, que los periodistas seremos una especie de lleva y trae? Sí, estimado amigo. Los periodistas somos eso. Buscamos la noticia (hechos, declaraciones) y se la ofrecemos a las audiencias, sin edulcorarlas, sin maquillarlas, sin sazonarlas ni aliñarlas. ¿Que hay quienes no lo hacen? Esa es otra discusión, pues porque haya asesinos, no voy a salir yo a matar gente por ahí.

Pero eso lo puede hacer una secretaria, el mensajero, un oficinista, nos diría un estudiante pichón de periodista con cara de ¡qué ladilla! No. Definitivamente no. El periodista tiene la capacidad para ordenar las ideas, jerarquizarlas, pasarlas por un tamiz (desechar lo que es paja o imprudente, por no decir ilegal o inconstitucional) antes de hacerlas llegar, lo más limpias posible, a las audiencias y eso jamás lo podrá hacer alguien que no esté debidamente preparado.

Ahora, eso requiere (en este caso concreto de la entrevista de Seir Contreras) de seleccionar muy bien al entrevistado y eso debe hacerse en armonía con el tema a tratar. En este caso, no es responsabilidad de Seir, quien era el presentador del programa Primera página (por cierto, por ese espacio ha pasado —a mi juicio— no precisamente lo mejor del periodismo venezolano: Leopoldo Castillo, Mingo, entre otros), debido a que a los entrevistados los selecciona y contacta, muchas veces, el equipo de producción del espacio.

Es decir, si el tema de la entrevista era hablar sobre los problemas del país o los errores que cometió el presidente Hugo Chávez durante los años que ejerció la primera magistratura, no era muy acertado traer al espacio a un diputado (desconocido para los caraqueños hasta ese día), pues a lo mejor ese parlamentario nos hubiese brindado otros datos. Por ejemplo, hubiera ofrecido mucha información sobre su trabajo en el Parlamento, en la comisión a la que pertenece, en cuanto a los problemas en su región (Guárico) y si él ha hecho o gestionado algo en beneficio de las personas que votaron por él. Quizás hubiese funcionado mejor si llevamos a la entrevista a un político del partido de gobierno, a un funcionario. ¡Que esos no van a ir! Esa es otra discusión y es otro problema, que no es precisamente asunto de la audiencia.

Lo cierto es que comenzaron con un toma y dame (craso error del periodista, que siempre debió mantener la compostura y el control de la entrevista) y cayeron en un nudo difícil de desenrollar, pues entraron en juego las dos hipótesis principales sobre las causas que motivaron y/o agravaron la crisis en el país: corrupción vs. bloqueo por las medidas coercitivas unilaterales. Si el entrevistado era creyente de esta última opción, el entrevistador debió respetarle su posición (aunque no la compartiese) o en todo caso intentar rebatírsela, pero con respeto y, sobre todo (vamos a poner ese "sobre todo" entre comillas), con argumentos, pues aquí no valen los lugares comunes o el "por ahí se dice", "se comenta".

La relación entrevistador-entrevistado llegó a tal punto de tensión que logró sacar de sus casillas al presentador, quien, olvidando que se trataba de una entrevista, se pudo a opinar ("¡la gente tiene que saber mi opinión!") y a decir frases como "mi hermana se tuvo que ir del país", "zutanito se quemó las pestañas estudiando Medicina y ahora está ganando tres lochas" y a sacar errores cometidos por el comandante Chávez.

Lo peor vino casi al final, cuando el entrevistador, que ya había cometido el error de caer en la "opinión", se pone a afirmar cosas graves, sin prueba alguna, sin que nada le conste. Él podía recordar que el Guaire nunca fue saneado, como se prometió, y que el tren de Tinaco-Anaco nunca fue terminado —porque ciertamente son hechos innegables—, pero asegurar —sin prueba alguna— que tales cosas ocurrieron porque hubo corrupción y que alguien —o algunos— se robó la plata, raya en la irresponsabilidad, la imprudencia y hasta en un delito. Hay que recordar que difamar es un delito contemplado en el Código Penal. Por menos han demandado a medios y periodistas.

Al día siguiente, Seir Contreras amaneció botado de Globovisión. Es probable que los dueños hayan tomado la decisión ellos mismos, porque cada medio tiene sus principios editoriales y su línea informativa; o que los presionaron para que la tomaran; o que lo querían botar desde hace tiempo y el periodista entrevistador se las puso bombita. Nunca se sabrá, pero la decisión, a mi juicio, no la considero como "un atentado a la libertad de expresión", como asegura Seir en su defensa, lo que seguramente comparten muchos de los que pregonan —y vienen haciendo con frecuencia— que la libertad de expresión debe ser un total libertinaje. O sea, decir y hacer lo que nos dé la gana, sin límites, sin pruebas, sin vergüenza, sin consecuencias.

 

Wilmer Poleo Zerpa


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