De comae a comae | Yara, la teta y yo (Namú)

Amamantar parece un acto sencillo, sin embargo, abarca un extenso territorio de saberes

30/08/2023.- Durante el embarazo las tetas me crecieron apenas lo suficiente para rellenar la talla acostumbrada de brasier 32 A. Algunas veces aquello me inquietaba, sin embargo, lograba evadir los sobresaltos pensando que al parir llegaría a aumentar en tamaño al menos hasta la copa 34 B. Eso nunca ocurrió. Mis senos siguieron siendo unos limoncitos, solo que, ahora, rellenos de amor.

Aunque a Yara parece importarle poco eso del volumen de los pechos, a su mamá algunas veces le da curiosidad imaginar qué pasaría si tuviéramos entre ambas algo más de carnita. Dos mariposas preguntonas revolotean cerca de mi cabeza para hacerme pensar en si un mayor tamaño permitiría almacenar más leche o si el tumbarse de costado en la cama para amamantar resultaría más cómodo con un volumen más considerable.

Con las tetas que tengo, a las dos nos ha tocado preparar distintas limonadas en diferentes momentos. Algunas han resultado refrescantes, otras amarguitas, meladas y unas cuantas nos han salido hasta simplonas. Amamantar parece un acto sencillo, sin embargo, abarca un extenso territorio de saberes complejos y poco conocidos, que incluyen campos de conocimiento vinculados a boca, ano, glándulas, hormonas, excretas, formas óseas, nutrición, emocionalidad, microbiota intestinal, comunidades maternas de apoyo, entre otras.

La primera vez que nos relacionamos Yara, la teta y yo, apenas había transcurrido una hora y media después del parto en casa. Mi wawita, como le dicen por influencia de la lengua quechua a les hijes en Perú, Bolivia, Chile y Ecuador, se pegó al pecho para empezar sus primeros intentos. Esta magia no solo la alimentó con calostro, sino que su trabajo de succión estimuló el nacimiento de su fiel compañera, la placenta.

Con su saliva, lengua y mandíbula, mi pichurra, cual maestra del fuego, fue moldeando con paciencia durante semanas un pezón invertido. Cada intento significó para las dos voluntad, esfuerzo, constancia, y también dolor, desagrado y tensiones. Durante el proceso, vi pelarse la punta del brote que nacía de la aureola, la vi sangrar y también hacerse costra. El aceite de coco, la cera de abejas y un extractor de leche humana manual fueron nuestra salvación.

Recuerdo de los primeros días de posparto la sensación de agujas puyando desde dentro del pezón al iniciar cada chupada de Yara. La ganas de soltarla eran automáticas, pero al verla tan pequeña, frágil y vulnerable entre mis brazos recurría a otros recursos mientras pasaba el trance. La respiración para relajar el maxilar y el resto del cuerpo fue clave.

La amenaza en puertas de una hinchazón dolorosa del tejido mamario y su enrojecimiento, conocida con el nombre de mastitis, junto a la puntita del pezón derecho a punto de desprenderse, me llevaron a pedir ayuda. Una lluvia de consejos e información me hacían dudar de si usar o no el extractor. Las abuelitas y otras mujeres más jóvenes insistían en que lo mejor era aguantar aquella tortura hasta que, con el tiempo, sanara solo.

Los pezones heridos no ayudan cuando tienes la piel de todo el cuerpo sensible, poca fuerza vital, la voz disminuida y el útero sangrando. Por ello, la asesoría de Claudia Poblete, creadora de la marca de portabebés Namú y consultora de lactancia materna, significó en ese momento un valioso aporte. Audios con joyas de datos iban y venían, sin embargo, lo que resonó con mayor fuerza fue una frase: "Lo que te duela menos". Fue así como dejé el romanticismo y recurrí al extractor.

El pezón siguió sanando. No sufrí fiebres ni mastitis puerperal. Yara, después de comerse el último pedazo de costra, empezó a disfrutar de dos tetas con picos hechos a su medida y semejanza. Celebramos la victoria acostadas en la camita, muy juntas la una al lado de la otra, deleitadas con poder lactar en paz. Namú siguió siendo una de las voces más presentes desde entonces.

Decidirse por la lactancia humana exclusiva a libre demanda es un camino difícil, posible si estás sostenida, apoyada y motivada por tus seres queridos más cercanos. No solo depende de la voluntad individual, requiere estudio, práctica, asesoría, escucha activa e instinto. La modernidad sigue haciendo sus intentos por arrebatarnos la más importante manera de alimentarnos al nacer. Es por ello que lactar más que un acto de amor es hacer resistencia a la mercantilización de la vida.

 

Ketsy Medina


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