Punto y seguimos | Opiniones no son argumentos

Oír, indagar y abrir la mente: condiciones para limitar los diálogos de sordos

05/09/2023.- ¿Cuántas veces hemos oído o leído la expresión “es mi opinión” como sentencia justificadora? Miles de veces. Opinar, es decir, manifestar una opinión sobre algún asunto parece ser –especialmente en el sentido común de este tiempo presente– el sino definitivo de la expresión de la mayoría de las personas, al menos en espacios como las redes sociales, lo cual, queriéndolo o no, se traslada a las conversaciones reales en espacios de toda índole: laboral, político y hasta académico. 

En este sentido, opinar es decir cualquier cosa “que nos parezca”, y no es, por más derecho que se tenga a poseer opiniones, equivalente a dar argumentos, que son los que hacen la diferencia entre un debate de un simple intercambio de pensamientos. Argumentar eleva, obliga a pensar, a indagar, a obtener, procesar y emitir datos sustentados, y requiere, además, de una maravillosa condición, que es la de tener la capacidad de escuchar con atención los argumentos de los otros, bien para tomarlos como insumo para contrargumentar, o bien para adquirir nuevos conocimientos si el otro argumento resulta mejor. No hay verdadero diálogo ni comunicación posible si no existe la argumentación con reconocimiento del otro y, lamentablemente, el signo de la mayoría de los usuarios de redes sociales es el de opinar hasta el hastío, basados en el valor del yo.

Mientras el uso de argumentos lleva al debate que enriquece; opinar a diestra y siniestra lleva al subsuelo cualquier discusión. Las opiniones están cargadas de emociones, prejuicios y del establecimiento de posiciones ególatras (yo digo, yo creo, yo pienso), que suelen estar completamente cerradas a la escucha, y he allí un punto fundamental. Si mi opinión es mía, y la tuya es tuya el máximo logro que se puede alcanzar a la hora de dirimir diferencias es que cada quien se calle y suelte el consabido “allá fulano con lo suyo”, lo cual, en contextos de las discusiones de los temas que nos atañen a todos como sociedad, como la política o las posiciones en asuntos de derechos humanos, nos condenan al estancamiento o al conflicto. Nunca al avance, al diálogo o al acuerdo, nunca.

Si nadie se preocupa ni desde su posición personal ni desde la institucional o comunitaria, en cuanto a comportamiento consciente a la hora de expresarse, ya sea en redes o en cualquier otro ámbito, desde los asuntos pequeños hasta los grandes, estamos destinados al fracaso. La escuela, la academia, y las instituciones que hemos construido deben dar ejemplo en vez de plegarse a las modas y modos que impone la tecnología. Nunca como hoy ha sido tan necesaria la alfabetización digital y la formación de pensamiento crítico desde las etapas más tempranas de la vida. Exijamos y exijámonos abrirle el camino al debate de las ideas, al estudio, a la apertura, a las luces. Cuestionémonos: “¿Estoy opinando o argumentado?”. Que se empiece por casa.

 

Mariel Carrillo García


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