Crónicas y delirios | El abuso cibernético, laberinto de la juventud
22/11/2024.- El uso incontrolable de los dispositivos digitales y las redes sociales está convirtiendo a la juventud mundial en una especie de manada de zombies tecnológicos, incapaces de lograr la mínima coherencia necesaria para la comprensión del desarrollo humano, el sucesivo acontecer científico y cultural, las hazañas o desmedros del hombre sobre la Tierra, el universo intrínseco de los libros y el basamento de creencias e ideologías, hasta aquellas circunstancias que nos otorgan los eventos vivenciales (el gusto por una tradición culinaria, un afecto entrañable o la solidaridad del círculo familiar).
Los jóvenes de ahora –no todos, por supuesto– parecen derrotados de antemano, como si los aparatos tecnológicos les debilitaran hasta el extremo, la capacidad de raciocinio. No exageramos, es un alerta colectiva; ¡atención, pues, al tambor de nuestra época!
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha recomendado que se prohíban los celulares en las escuelas, porque distraen a los alumnos y repercuten negativamente en el aprendizaje; y que bastan las notificaciones sonoras de un teléfono cercano, para desconcentrar a los estudiantes, cuyo proceso de recuperación cognitiva tardaría hasta veinte minutos.
Agrega la Unesco que desde la pandemia se ha producido una afluencia de tecnología en las aulas, acción suministradora de apoyo didáctico, pero nunca sustitutiva del vínculo humano de la enseñanza-aprendizaje. Además, el largo tiempo frente a la pantalla —ratifica el Organismo de Naciones— se traduce en una invasión del ámbito personal, pues los alumnos tendrán menos curiosidad, autocontrol y emocionalidad estables, y asimismo redundará en síntomas depresivos y una mayor conducta ansiosa.
A fin de contrarrestar el problema, ya varios países han adoptado algunas medidas de ensayo y acción. Así, la Junta del Ciberespacio de China se propone una estrategia para restringir el acceso a Internet de los menores de 18 años, entre las diez de la noche y las ocho de la mañana. En Bélgica, España y el Reino Unido la prohibición de celulares en las escuelas mejoró el resultado del aprendizaje. En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro informó acerca de un plan piloto en 100 escuelas y 100 liceos, para la regulación de teléfonos celulares y dispositivos digitales (además de limitar el acceso a las redes) en beneficio de la niñez y la juventud. También Francia, Italia y Alemania han dispuesto similares normas de protección.
Ilustrativa de este acuciante problema fue la carta que el periodista y profesor uruguayo Leonardo Haberkorn envió a las autoridades de la Universidad OTR de Montevideo, mediante la cual renunciaba a seguir impartiendo clases en la carrera de Comunicación Social. Mediante esta misiva, que tomó por asalto las redes, Haberkorn asentaba: "Después de muchos años, hoy di clases en la universidad por última vez. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir mensajes.
"La mayoría de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensiva e hiriente que es su conducta, y a mí me resulta cada vez cada vez más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado. Por ejemplo, esta semana en clase salió el tema Venezuela, solo una estudiante entre veinte pudo decir lo básico del conflicto. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. Por fin, desde el fondo del salón, una chica balbuceó: “¿No era el canciller?” Volví a la carga. "¿Qué partido es más conservador en Estados Unidos, el Demócrata o el Republicano?” Silencio. "¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí! "¿Alguien leyó alguna de sus novelas?” No, ninguna.
"Lamento que los jóvenes no puedan dejar el celular, ni aún en clase. Conectar a gente tan desinformada con el periodismo resulta complicado. Es como enseñar botánica a alguien proveniente de un planeta donde no existen los vegetales. Y no soporto que ante cada pregunta formulada, se conteste con el silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Ellos querían que terminara la clase. Yo también”.
Evocamos enseguida, cambiando el foco del asunto, una típica reunión de familia: “Alrededor de la mesa, se hallan tres muchachas de doce, quince y dieciséis años, cada una tiene en las manos su respectivo celular. No hablan entre ellas ni tampoco con el resto de los presentes, están absortas en las pantallas lumínicas, a veces sonríen (cada una por el lado de su respectiva intimidad), solo ellas saben la razón. El pariente dueño de casa quiere abandonar la sobremesa para otorgarse su siesta de costumbre, pero la esposa le clava miradas de reproche y él obedece no sin disgusto.
“Al cuarto de hora el señor Fulano, aireando el desagrado, pregunta a las chicas si han leído algún libro en su vida; dos de ellas responden negativamente, la otra dice que “uno y medio”. Luego, sin más, se levantan y proceden a tomarse en poses pseudoartísticas copiadas de TikTok, las respectivas e inacabables selfies. El “viejo” pariente las bendice desde su íntimo resquemor y va a acostarse”.
Por su parte, las redes sociales son los medios dominantes en esta época; a sus cinco mil o seis mil millones de usuarios no les importa difundir la verdad, como antes se hacía a través de los periódicos impresos o digitales. Ahora sólo se busca la propagación de emociones que puedan ser compartidas en la inmensa galaxia ignara de los demás. Por ello, ahí todo vale: las fake news, los prejuicios de bulto y los errores (ele)mentales, el agravio escrito y las discriminaciones de cualquier signo indigno.
“Para colmo de todo —expresa el periodista y semiólogo Ignacio Ramonet— muchas encuestas demuestran que los ciudadanos prefieren y creen más las noticias falsas que las verdaderas, pues las primeras se corresponden mejor con lo que ellos piensan. Nunca fue tan fácil engañarnos”.
Concluimos estas notas con un X mensaje destinado a nuestros jóvenes lectores: ¡Por favor no caigan en la nefasta trama de Elon Musk ni en el ritmo de los algoritmos que asimismo imponen las otras redes, o vivirán para siempre sujetos a la falsedad de los emoticones capitalistas que difunden!
Addendum. Al finalizar nuestro artículo, nos enteramos que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) admitió el recurso de amparo introducido por el Movimiento Bolivariano de Familias “Aristóbulo Istúriz” contra los perversos retos y “juegos” de las redes sociales, causantes de muertes e intoxicaciones. El petitorio se basó en el cercano caso de una niña mirandina de 12 años, que falleció por ingerir el sedante y anticonvulsivo Clonazepam, como parte de un reto entre adolescentes promovido por la red TikTok. ¡Esperamos con ansias dicho amparo!
Igor Delgado Senior