Micromentarios | Por qué no se cultivan crisantemos en Himeji

16/04/2024.- La ciudad de Himeji pertenece a la prefectura de Hyogo y se encuentra al sur de Honshu, la mayor de las islas que conforman a Japón y en la que está ubicada Tokio.

Himeji tiene, actualmente, algo más de medio millón de habitantes, gran parte de los cuales trabaja directa o indirectamente en las numerosas industrias de la ciudad.

A diferencia del resto de Japón, donde el crisantemo se cultiva ampliamente, en Himeji hace siglos que nadie lo hace porque dicha flor se considera trágica.

El origen de tal consideración se halla en una leyenda protagonizada por una joven sirvienta llamada O-kiku. Este nombre se traduce literalmente como flor de crisantemo.

O-kiku estaba al servicio de uno de los señores feudales de Himeji. Su ocupación consistía en fregar la loza, especialmente, diez platos de oro que enorgullecían a su señor.

Como era muy bella, un samurái llamado Aoyama, al servicio del señor feudal, se enamoró de ella e intentó varias veces –sin éxito–, convencerla para que fuera su amante. En vista de este rechazo continuado, Aoyama escondió uno de los platos y cuando O-kiku fue a colocarlos en la mesa descubrió horrorizada la falta.

Aoyama ofreció devolverlo, siempre y cuando la joven accediera a sus deseos, pero como ni así lo aceptó, la secuestró esa noche y la torturó durante varios días, pegándole e introduciendo su cabeza en el pozo donde se recogía el agua de lluvia que surtía al castillo.

Como O-kiku mantuvo su palabra, al séptimo día de tenerla prisionera, Aoyama la golpeó hasta el cansancio. En un momento en que cesó el castigo, la amoratada y sangrante O-kiku fue hasta el pozo y se arrojó en su interior.

Allí murió ahogada y su cuerpo fue hallado horas después de su muerte.

A partir de esa misma fecha, el fantasma de O-kiku apareció todas las noches en la sala donde se encontraban los platos de oro. Todas las noches también se escuchaba su voz contándolos y al mencionar el noveno, y advertir que faltaba uno, daba un alarido estremecedor.

Este conteo y su posterior alarido se repetía varias decenas de veces cada noche, impidiendo a los habitantes del palacio conciliar el sueño.

Al cabo de casi dos semanas, luego de la primera aparición del fantasma de O-kiku, el señor feudal y su familia se vieron obligados a abandonar el castillo donde vivían. A partir de entonces y para mostrar respeto por la memoria de O-kiku, los habitantes de la ciudad de Himeji llegaron a un acuerdo: ni ellos ni sus descendientes volverían a cultivar crisantemos.

Este acuerdo se ha respetado en Himeji hasta nuestros días y por eso es la única ciudad japonesa en la que no se cultiva la muy hermosa flor.

Armando José Sequera 

 

 


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