Crónicas y delirios | López Obrador y el humanismo mexicano

11/10/2024.- Los venezolanos de nuestra generación, hoy llenos de esclarecidas canas y recuerdos difusos —o lo contrario—, crecimos con México en mitad del alma sensible: era el país que deseábamos visitar como tierra firme de tanta historia y tantas osadías. Tenochtitlán, Moctezuma, Cortés, la Noche Triste. Luego, habituamos el oído a los corridos y rancheras, donde había amor viril y damas obsecuentes, con puñales trágicos de por medio. Así, Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar y no olvidemos a Javier Solís, un charro de los buenos.

Más tarde o más temprano, nos sentimos parte de la Revolución mexicana y, montados en el Tren del Norte, le dimos la mano vehemente a Pancho Villa. Con rasgueo de guitarras y voces en cuello, cantamos La cucaracha, jurando hasta el cielo no morir sin antes obtener la victoria. También nuestros ojos se fijaron en las pupilas como brasas de Emiliano Zapata: ocurrió una alta noche en Xochimilco (si él viviese, lo recordaría).

Es imposible no convocar en este círculo de fuegos memoriosos a Agustín Lara, con su perdurable cicatriz en el rostro, a cargo de una prostituta, sus boleros como lágrimas en re mayor y aquella música entretejida de versos y correrías. Junto a él, descompuesta por terribles odios mínimos, se halla María Félix o María Bonita o la Doña Bárbara fílmica. Dentro de distintas películas surgen también Mario Moreno y su vocingle cantinflérico, Arturo de Córdova como un Dios se lo pague de la calle, Tin-Tan bailando mambos o todo el chachachá, y Sara García, la abuela conservada en formol cinematográfico.

Frida Kahlo, en su Casa Azul de Coyoacán, besa a Diego Rivera y a Chavela Vargas, mientras Trotski los observa sin ardores. Nosotros fuimos testigos al costado de la bruma.

Para concluir esta introducción de trazos y efigies, repasemos a vuelo de páginas escriturales los gloriosos nombres de Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Sergio Pitol, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Juan José Arreola y Fernando del Paso, quienes nos han enseñado el hondo mar magistral de la literatura.

Sí, amigos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el heroico tesonero de las causas justas, acaba de terminar su sexenio como presidente mexicano. Frente a miles de almas vitoreándole en un Zócalo pleno de solidaridad, expresó que su proyecto humanista de gobierno provino de la grandeza cultural milenaria de México y de su fecunda historia, agregando por los aires septembrinos: "Nuestra nueva política económica, moral y social consistió en fomentar el progreso con justicia, es decir, la distribución equitativa del ingreso y la riqueza". AMLO no mentía, como sí lo hicieron hasta la saciedad casi todos los gobernantes anteriores.

Enseguida nos llegó a la memoria la célebre frase atribuida al dictador Porfirio Díaz: "¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos", que ahora se convirtió por arte de las evidencias en "¡López Obrador! Tan lejos de la corrupción y tan cerca de su pueblo".

A finales del siglo XX, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción Nacional (PAN) empezaron a alternarse tanto en el poder como en la corrupción, mediante personajes como José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox (agente internacional de la Coca-Cola), Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, robándole dos veces el triunfo electoral a López Obrador (la primera en los comicios para la gobernación de Tabasco en 1995 y la segunda cuando "le ganó" Felipe Calderón la presidencia de México por 0,56% el año 2006). Ante ello, AMLO dijo: "¡A la tercera va la vencida!". Por fortuna, así ocurrió.

En los seis años de gobierno, López Obrador modificó la tradicional política entreguista de México frente a los Estados Unidos de Norteamérica, propiciando en su lugar una posición de equilibrada concertación de acciones sobre tópicos arduos de solventar entre naciones limítrofes. Tal es el caso de la masiva inmigración global hacia el imperio, el contrabando de armas del país vecino del norte con destino a la república mexicana y el acuciante problema del narcotráfico. Por otra parte, retomó la voluntad de unión fraterna entre las naciones de América Latina al ofrecer su concurso para la mediación ante cualquier conflicto binacional.

En el ámbito interno, el mismo AMLO expresó a la hora de su mensaje final: "Me dediqué a servir al pueblo, aunado a la reducción de la pobreza y al aumento del salario mínimo. Durante nuestro mandato, no se permitió la corrupción ni hubo lujos en el gobierno". Los hechos agregan que se crearon 2 millones 409 mil 863 nuevos empleos, ubicándose la tasa de desocupados en el mínimo histórico; que las reservas internacionales alcanzaron niveles nunca vistos, así como el monto de la recaudación de impuestos; y que el índice inflacionario se redujo en más de dos puntos.

Existen otros dos aspectos resaltantes: desde el comienzo de su mandato, López Obrador puso en práctica una novedosa forma de comunicación: cada día efectuaba en el palacio presidencial la conferencia de prensa que denominó "las Mañaneras", trasmitida por televisión, para informar de viva voz y "presidente presente" sobre las acciones, objetivos y planes del gobierno. Ello le permitió un real vínculo con el pueblo y una forma más expedita de evitar tendenciosas interpretaciones por parte de los adversarios. Asimismo, antes de terminar su período, llevó a cabo una muy trascendente consulta comicial sobre si los jueces y magistrados de todas las instancias debían ser electos mediante el voto del pueblo. La aprobación fue multitudinaria.

Ya para culminar el período, López Obrador llevó a cabo en su partido Morena una encuesta sobre quién sería el candidato o la candidata de la organización a la presidencia de la República. Claudia Sheinbaum (última secretaria de la Gobernación), una científica y académica de renombre, fue escogida, para, luego, como sabemos, ser electa presidenta de México. Con ello empiezan a derrumbarse cuantiosos lustros de machismo y discriminación hacia la mujer.

El coro de homenaje a AMLO, en su despedida, reitera: "La pobreza bajó, la violencia cedió y en todas las conciencias se vive una revolución". Por todo lo que Andrés Manuel López Obrador ha hecho a favor de México, por su recta y equilibrada forma de encarar los problemas nacionales y mundiales, por su inmenso espíritu de justicia, sería un acierto proponerlo como secretario general de la ONU, aunque él no lo quiera. ¡Todo el planeta ganaría!

 

Igor Delgado Senior

 


Noticias Relacionadas