Psicosoma | Matricidio

22/10/2024.- Se entiende por matricidio la acción de asesinar a la propia madre, cometida bien sea por el hijo, bien por la hija.

En el ensayo Tótem y tabú, Sigmund Freud propone el parricidio como el mito del origen de toda la humanidad, un crimen primigenio que es la principal fuente del miedo y el sentimiento de culpa.

El matricidio se caracteriza por la relación patológica entre la madre y su hija o hijo, una combinación de rechazo y afecto, ambivalencia, apego inseguro y la frustración de perder ese vínculo, lo que genera temor al retomar la relación. Una infancia carente de autoestima, sometida a madres castradoras que se apropian de la vida de su descendencia, con un "amor" sobreprotector y desmedido, dificulta la socialización y la independencia emocional. La madre ve a sus hijos como de su propiedad, ejerciendo un despiadado control y negándoles la interacción con el sexo opuesto. Si logran separarse, los manipula con chantajes emocionales o humillaciones, usando profecías autocumplidas que llevan a la "hija rebelde" a regresar al hogar bajo su poder protector.

Estos intentos son relatados en las clínicas de autoanálisis por pacientes mayores que nunca abandonaron la casa materna y desarrollan un odio tan intenso que desean asesinar a sus madres. Sentimientos terribles de odio, ira, temperamento irritable y rabia incontenible convierten sus vidas en una especie de ruleta rusa. Muchas mujeres vírgenes en los pueblos quedaron para "vestir santos", mientras que las señoritas del barrio, al fallecer sus madres ancianas, se encuentran invisibles, apenas reconocidas como almas en pena, sumidas en una soledad depresiva. Los hombres, por su parte, acaban amargados, agresivos, adictos a las drogas y la pornografía.

La ausencia de la figura paterna puede acentuar la compleja relación madre-hijo, favoreciendo una toxicidad asfixiante de "amores asesinos", que el niño intenta sobrellevar con mecanismos de defensa y conductas agresivas hacia la madre. Las teorías psicoanalíticas sugieren que el conflicto sexual edípico puede contribuir a un sentimiento de culpa y al impulso de poseer sexualmente a la madre a través del matricidio.

Por el contrario, un apego preedípico y una relación de dependencia pueden representar una amenaza para la identidad del agresor. Durante los primeros siete años, la madre imprime en sus hijos esa relación, y con el apoyo del padre se crea el primer triángulo amatorio: el niño se enamora de la madre y la niña del padre (complejos de Edipo y Electra).

Entonces, ¿qué sucede cuando las figuras maternales y paternales no brindan amor y cuidado a sus hijos? La inseguridad y la desconfianza germinan y marcan los primeros años de vida. La práctica clínica nos enseña que a mayor dependencia en los primeros años, mayor es la independencia psicológica y mejor la salud psicoemocional.

Las teorías de los sistemas familiares atribuyen a estas estructuras un componente abusivo y patológico, con madres y padres perversos que abusan sexualmente de sus hijos. Aunque el parricidio es poco frecuente, la muerte de madres a manos de sus hijas lo es aún más, quizás un fenómeno del que recién estamos enterándonos gracias a internet. En Costa Rica, a finales de septiembre, ocurrió un matricidio que generó pocos comentarios: "La presunta homicida estaba bajo los efectos de estupefacientes". Es un caso tan extraño que no se han dado más informaciones, aunque las crónicas rojas suelen vender más cuando las perpetran migrantes.

Un caso emblemático es el de los hermanos Menéndez, quienes asesinaron a sus padres en 1989 por conductas abusivas y violaciones. Tras cuarenta años cumplidos de la sentencia a condena perpetua, el caso se va a reabrir por nueva evidencia.

Hoy en día, se hace más visible este tipo de violaciones. Las ciencias humanísticas y los derechos humanos han puesto en relevancia el abuso infantil, las violaciones en el hogar y los feminicidios, conductas que hace medio siglo estaban normalizadas. Nadie se atrevía a denunciar al violador, y en el "dulce hogar" se permitían agresiones sexuales de abuelos, de tíos, padrastros y padres. Se aplaudía el uso sexual de las sirvientas y nadie en su sano juicio denunciaba a un padrino o madrina por tocamientos íntimos, ya que se le tildaba a la víctima de "loca".

Recuerdo que mis vecinas solteronas eran mal vistas, pero a mí me gustaba conversar con la señorita Alicia. Era linda, llevaba un crucifijo del Señor de los Milagros y su conducta monástica y voz angelical me deleitaban con cuentos infantiles. Un día la acusaron de gustarle las niñas, después de que su tía la encontrara con su sobrina. Me prohibieron ir a su casa. Los comentarios siguieron, pero luego se olvidó. La recordé al regresar en el año 2000 a Lima, y apenas crucé miradas con ella al saludarla.

 

Rosa Anca


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