Vitrina de Nimiedades | RRSS: ¿quién puso la trampa?
23/11/2024.- La manipulación mediática va a la par de la evolución del ecosistema de comunicación pública. No parece haber alguna etapa libre de mentira, falseamiento o pretensión de influir en lo público. Gobiernos, actores particulares y organizaciones se han involucrado en estas prácticas, que parecen tomar más fuerza hoy con las plataformas digitales. Aunque sean innovadores, estos entornos también llevan un conjunto de trampas que hoy tocan a los niños y adolescentes. Pero la vulnerabilidad de ellos, en realidad, desnuda nuestra fragilidad como adultos.
Frente a las recientes denuncias sobre retos virales, que llevaron a la muerte a jóvenes venezolanos, se abre un capítulo necesario para discutir cuáles son las responsabilidades de toda la estructura social frente a lo comunicacional. Quizás, el primer problema está en nuestra percepción sobre quiénes administran hoy las redes sociales. Ellos llevaron al siguiente nivel lo que muchos empresarios de la comunicación hicieron antes: alinearse abiertamente con factores políticos, imponer agendas y, si conviene, reconocer o desconocer presidentes. No es nuevo, pero sí mucho más descarado y parece no asombrarnos.
En esta fase, la responsabilidad con los contenidos se diluye aún más. Le echamos la culpa a los bots, al diseño de los algoritmos y a las normas de comunidad de cada plataforma, como si no hubiera un responsable real detrás. Ninguna de estas herramientas creadas por humanos parece estar diseñada para prevenir, sino para reaccionar cuando ya el daño se causó. Primero se publica y luego, si se considera, se corrige. Eso en absoluto puede representar una respuesta orgánica ante la complejidad de sistemas que no tienen muros de contención frente a los excesos.
Considerar a las redes sociales como un espacio indomable no solo es atribuible al papel de sus propietarios. En menor medida, también inciden quienes hacen vida en estos entornos. Por un lado, están aquellos que creen que la libertad de difundir un post, incluso sin identificación personal, no entraña mayor responsabilidad que soportar reacciones o borrar la publicación si el rechazo lo amerita. No pasará de ahí. Por otro lado, se encuentran quienes ven las redes sociales como espacio exclusivo para los “nativos digitales”, es decir, niños y jóvenes. Asisten a ese territorio como espectadores ocasionales de una generación que perfilamos a partir de reels, historias y transmisiones en vivo.
Aunque es evidente que las responsabilidades en el tema no son iguales, sí existe un punto clave: ese mundo creado para las nuevas generaciones no es una invención de los niños y jóvenes. Es una obra de adultos, quienes —se supone— deben proteger a los más pequeños. Pueden ser padres, tíos, abuelos o, incluso, no tener hijos: nadie está libre de compromiso. Evitemos morder el anzuelo que vende a las redes sociales como un territorio donde no caben las normas y las responsabilidades. A lo mejor, todos pusimos esta trampa...
Rosa E. Pellegrino