Punto y seguimos | La vieja Europa

No hay un fantasma recorriendo Europa, la vieja Europa es el fantasma

15/11/22.- La situación en que se ha puesto Europa en la política internacional actual es poco menos que vergonzosa. Determinada a seguir los lineamientos de Washington, Bruselas pareciera incapaz de emitir opiniones y emprender acciones dignas de su propio interés regional. En un bloque conocido por la "repartición" de ciertos temas específicos a la dirección de un país o de otro  (por ejemplo, la posición respecto a América Latina suele marcarla España; la de África, Francia, y así, lo que el colonialismo indique), lo cierto es que parecen haber acordado todos el seguir a un tercero (EE. UU.) en un tema tan vital para su propio espacio como la relación con Rusia, y, en consecuencia, su seguridad energética o peor aún, la integridad del territorio europeo.
 
La actuación de la Unión Europea (UE) no deja de sorprender, a pesar de que hace ya varios años que se han plegado sin chistar a las directrices de EE. UU., como lo evidencia la disposición de la mayoría de sus países a reconocer a Juan Guaidó como "presidente" de Venezuela en 2019, en un acto descabellado y vergonzoso para la política mundial y para una Europa que se jacta de marcar pauta histórica en democracia y diplomacia. Si bien no es de extrañar este tipo de posiciones cuando se analiza desde los meros posicionamientos "ideológicos", si que resulta más difícil comprender la facilidad con la que han permitido que estos "acompañamientos" se hagan en detrimento de sus propios intereses económicos y geopolíticos.
 
Resulta casi increíble ver la sumisión de naciones como Francia, Alemania o Reino Unido, que sin reparo alguno se han embarcado en la peligrosa cruzada de sanciones contra Rusia, el apoyo militar y político a Ucrania, haciendo propio un plan diseñado para que los Estados Unidos obtengan mayor poder frente al gigante euroasiático y para encumbrar sus empresas energéticas (gas) como proveedoras de ese mercado dominado por Rusia. Cuesta creer que Europa esté sacrificando el bienestar de su ciudadanía en nombre de una alianza en la que, a primeras vistas, no tiene mucho que ganar. Pensar que sea la antiquísima rusofobia europea una de las razones de este accionar, deja ver a una Europa mucho más devaluada, desintegrada y podrida de lo que se creía.
 
La UE ha desplegado una fuerte campaña mediática y sus ciudadanos están convencidos de la "maldad" de una Rusia que ha "decidido" dejarlos sin gas a poco de la llegada del invierno y que además está dispuesta a "aniquilar" a Ucrania y entrar en guerra con ellos. Basta hacer un arqueo rápido por los principales diarios de Francia, España, Alemania, Italia o el Reino Unido para ver cómo el retrato maniqueo de la situación se expresa, y ni hablar de los medios audiovisuales. Ni la sociedad europea ni la izquierda en su conjunto parecen tener articulación o fuerza alguna para imponer la razón ante la barbarie y el peligro que representa para ellos y para el planeta una escalada contra Rusia. Más allá de los intereses propios de las élites que gobiernan Europa, se hace confuso comprender por qué se pliegan tan descaradamente a políticas foráneas a un costo tan alto, tanto real como potencial.
 
La Europa antifascista y pacifista parece no existir o haber olvidado que hace apenas 70 años vivieron un conflicto bélico devastador en todos los ámbitos y las voces que llaman a repensar y revitalizar el rol de esa región en la política mundial, tampoco tienen mucho eco. No hay un fantasma recorriendo Europa, la vieja Europa es el fantasma.
 
Mariel Carrillo García

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