Aquí les cuento | Voltéalo para que lo asegures
07/03/2025.- Rafael Antonio Torres Silva le dijo a Elizabeth, su madre: "¡Cómete una buena totuma de mondongo para que puedas dormir de día y sueñes los datos de la lotería!", y es que en el pueblo y en todo el territorio de Venezuela se apostaba a las diferentes loterías: Caracas, Táchira, Zulia y Oriente. La gente jugaba sus terminales, pero no vayan a creer que eran los billetes impresos por la empresa, generalmente vinculada a la gobernación del estado. Los banqueros montaban un tinglado aparte, una logística subterránea libre de impuestos y "dele, que no viene carro".
Así como el juego de caballos tenía sus publicaciones, con datos específicos sobre los corceles numerados, se sabía en qué lugar tenía la garrapata la yegua Miss Aragua, y si el entrenador Flash Tebres había superado la adicción a la cocaína.
En la lotería también había una literatura especializada: San Cono, que daba la interpretación exacta de los sueños. San Cono te remitía al número correspondiente. Aunque en el barrio y los pueblos, campos, islas y puertos, la gente es poco lectora, aquel librito lo tenía una persona que servía como oráculo y era consultada por los empedernidos jugadores.
Si, por ejemplo, soñabas con un muerto o entierro; era el 48 fijo. Tú lo jugabas para las tres o cuatro loterías que vendían en el quiosquito, o el vecino en su casa, o Nino en la bicicleta, pero si querías asegurar la apuesta, lo jugabas siguiendo la norma: "Voltéalo para que lo asegures", es decir, que comprarías el 48 y el 84, para las tres o cuatro loterías. Ahí dejabas en el quiosco el equivalente a un kilo de pastas, una harina y dos salmones.
Si soñabas con explosiones y desastres bélicos, el San Cono te daba dos seguros: el 88 y el 98. Al parecer, el encargado de organizar el mencionado libro era un hombre dado a la historia y la política. La explicación del dato se refiere, por deducción, al lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima, el ocho del mes ocho, y Nagasaki, el nueve del mes ocho. Además, por prescripción facultativa, recomendaban un refuerzo, como la vacuna, de jugarse el 45, que fue el año de aquel crimen vergonzoso contra la humanidad.
Si, por el contrario, el sueño tenía como contenido el amor, con abrazos, besos y otros aliños sensuales, de los cuales nunca quisiéramos despertar, San Cono te mandaba como línea fija el 69. "Ese número no admite vuelta", advierte a pie de página el editor.
La gente sigue jugando, y pensar que la jugadera de lotería no es una solución, sino la agudización de la pobreza, pero, claro, en una sociedad donde pierdes por todos lados desde que naces, concluí hace tiempo que la gente no juega para ganar, sino para dejar de sentirse perdedora, aunque sea un instante.
En oriente, además de las loterías, aún se juegan los animalitos y uno escuchaba los resultados en la radio local.
Radio Puerto La Cruz, con los resultados de la lotería de animalitos: "En Chuparín, la iguana; iguana en Chuparín. En Pozuelo, el búho; búho para Pozuelo. En El Rincón, tortuga; tortuga en El Rincón".
Victoria Blanco, que habitaba en Sierra Maestra, nunca jugaba número; lo de ella era puro animalito. San Cono no tenía nada que ver con la fauna. Pero el pueblo "sabio y paciente" siempre inventa una salida, hasta para su propio desbarranco. La fórmula de Victoria consistía en comprar cada día un plato de peltre y montarlo en la hornilla más deteriorada de la cocina, es decir, la que más ahúma, y dejarlo llevando candela. Al rato, la veías en la acera, dándole vueltas a aquel lamparón de hollín y la escuchabas decir: "¡Aquí se ve clarito! ¡Es la gallina!", y ¡púyalo, Victoria, a jugarte la gallina en Sierra Maestra, Isla de Cuba y El Frío, los dos barrios fronterizos!
"¡Aquí en mi barrio todos saben que el juego más limpio del mundo es la lotería de animalitos! ¡Que nadie me venga a decir que se hace trampa alguna!", asegura Luis García, dueño del zoológico embusacado de La Gulf.
Mi muy amada amiga Hilaria Suárez García, conocida como Hilary en la calle la Línea de Tierra Adentro, me explicó:
¡Vea, camarada! Cuando van a sortear los animalitos, usted ve que cada figura está pegada de una chapa de cerveza o refresco. Generalmente, son de cerveza, que se consiguen iguales. La persona tiene las tapas puestas ahí en una caja de cartón, donde vienen los cuatro gajitos de potes, ¡si lo sabrás tú!, y va levantando cada chapita, una por una, para que la gente vea bien, hasta meterlas todas en la busaca. Luego llama del público a "una mano inocente" que levanta su derecha, con los cinco ladrones abiertos, la introduce en la bolsa y revuelve las chapas hasta encontrar la ganadora; la extrae y muestra al público. El dueño del circo declara a viva voz: "La ganadora es el elefante; elefante para Tierra Adentro"; Tierra Adentro, elefante", informa la radio.
El pobre elefante era el único animal que había pasado la noche, y todo el día, hasta quince minutos antes del sorteo, en el congelador de la nevera.
Aquiles Silva