Psicosoma | Del triángulo de la tristeza al triángulo amoroso (II)

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas.

Karl Marx

 

11/03/2025.- En la película El triángulo de la tristeza, las escenas de los superricos del planeta que "sufren" mareos en el barco y padecen diarreas a mares contrastan con la tormenta exterior. En las fotografías en altamar, sus rostros aparecen impávidos, asustados y quejumbrosos, a bordo de un crucero de 250 millones de dólares que Dimitri, el capitalista ruso, codicia. Su esposa, amiga de la amante del ruso, no encuentra cómo demostrar lo "buena, bonita y de buenas gentes" que es en su mundo funcional, opíparo de platino y oro. Jamás admite la palabra "no" y "regala" atenciones al servicio, al tiempo que les exige demandas histriónicas. Mientras tanto, su marido queda impresionado por la bella modelo e influencer Yaya y su novio Karl, quienes protagonizan una provocativa foto simulando probar unos tallarines. Ella le dice que es alérgica al gluten y él se presenta como "productor de mierda", es decir, de fertilizantes.

La pareja de modelos influencers aspira a pertenecer a esa clase social. Están de cacería y buscan cumplir la meta de ser trofeos de pudientes. Al inicio de la relación, él juraba que la amaba y haría lo indecible para ser el hombre de su vida. De acuerdo con los cánones de belleza occidental, son la pareja ideal para sus ansiosos seguidores. Es pertinente acotar que el macho alfa, bello y blanco, es consciente de la equidad de género, del respeto y las responsabilidades. Reclama compromisos en el gasto común —ella gana más dinero que él— y no quiere ser solo un proveedor tradicional y machista. Pide igualdad de condiciones para suplir gastos: "No es solo el dinero, necesito compartir, hacer amigos…". Sin prestarle atención, ella, molesta, le lanza un billete. Discuten, se reconcilian y, en ese jueguito, él le dice que es una manipuladora y le preocupa que, si deja su oficio de modelo, él no sea capaz de cuidar de ella y formar una familia.

El crucero Christine O. parece una isla con clases sociales, económicas y étnicas bien diferenciadas. Incluso hay una clase media blanca arribista, sin criterio propio, marcada por los caprichos de sus superiores y condicionamientos sociales, con brechas psíquicas abismales. Sin embargo, encajan en situaciones límite. Es un maremágnum que, visto desde el espacio estelar, no es más que un puntito de tierra invisible. Mientras escribo, se producen destellos nocturnos, no de alienígenas, sino por el despegue del cohete Falcon 9 de SpaceX y los restos del "juguete" del megarrico Elon Musk, el "dueño del circo". Su nave no tripulada Of Course I Still Love You (Ocisly) se convierte en otra demostración de amor ("¿Vas a seguir, Abigaíl?").

Es una comedia satírica sobre la condición humana o, mejor dicho, la deshumanización ante la brecha irreparable entre las clases sociales. Ridiculiza la borrachera ideológica del capitán estadounidense, un socialista con sentimientos de culpa y recuerdos de la historia de su país como saqueador y responsable de asesinatos de líderes revolucionarios. Ha impuesto presidentes "demócratas" a imagen y semejanza del mafioso de la Casa Blanca. Me hace gracia cuando dice: "Mientras nadamos en la abundancia, muchos se ahogan en la mierda". Y eso, precisamente, les ocurre en las tormentas. Sin embargo, un giro del director amplía nuestra comprensión cuando el crucero explota, asaltado por piratas que usan granadas fabricadas por unos ancianos angelicales que disfrutan del aire marino. Aún hoy, las minas antipersonales son un gran invento y símbolo de la democracia impuesta en países revolucionarios: banderas blancas con granadas. No hay mejor medicina que esas mismas armas, en compañía del alcohólico capitán, cuya interpretación en la cena del jueves resulta magistral e inolvidable.

Como toda ideología política, el orden sexo-género obedece a la cosmovisión propia de cada sociedad y a los intereses dominantes en ella. En esta película, las relaciones humanas son interactivas "sin derecho a pataleo". Los grupos pequeños pueden transformar las relaciones de poder, como ocurre con Yaya y Abigaíl, quienes al compartir a Carl nos dejan reflexiones y autocríticas. Aceptan sentimientos amorosos y establecen un diálogo abierto en contextos abismales, en los que el amante puede formar parte de la familia y establecer normas claras sobre las fechas en el calendario de la intimidad. Tal vez algo se aprendió del brote de la pandemia en torno a la convivencia y el encierro insoportable…

Quizás el sexo en las cavernas no era muy distinto del placer sexual actual, más allá de la mera reproducción. En la historia de la sexualidad precolonial, existían cultos al placer y al cuerpo, sin creencias en el castigo, la culpa y la vergüenza corporal. En pleno siglo XXI, en los albores del tercer milenio, el sexo y el erotismo siguen siendo tabú. La escritora Cristina Sáez afirma: "Venimos de fábrica con un poderoso apetito sexual que nos descubre al otro y nos impulsa a buscar pareja. Aunque nos parezca que ciertas artes amatorias son muy recientes, lo cierto es que existen desde hace miles de años".

La humanidad, con sus líderes y su pueblo, gesta y revoluciona distintas formas de conducta sexual a lo largo de los períodos históricos de las sociedades.

Somos productos históricos, culturales y orgánicos, con instintos y racionalidad. Existen diferentes modelos sociosexuales y los sistemas sexo-género no son solo fruto de la naturaleza, sino que también están moldeados por las diversas culturas. Estas inciden en la construcción y características de ser mujer u hombre, obedeciendo al suprapoder que busca el control social.

Nos encontramos en los albores de una crisis civilizatoria, en la que surge la necesidad de refundar una nueva sociedad. ¿Cuál es el mejor tipo de gobierno? ¿Todavía es posible la democracia, el socialismo, el comunismo y el humanismo? ¿Las ideologías de izquierda y derecha siguen vigentes o ninguna es la respuesta?

Parecería que, en esta decadencia civilizatoria, estamos atrapados en el mismo punto de desesperanza y apatía, empantanados en regresiones al totalitarismo. Tal vez podamos encontrar sentido en la voz de Therese, quien, tras un derrame cerebral, solo podía decir In den Wolken ("En las nubes"). La esperanza, los sueños y los "poderes creadores del pueblo", junto con los proyectos comunitarios, son realidades de resistencia por las que luchar día a día.

Por supuesto, estos deberían fundamentarse en la igualdad, la solidaridad y la justicia social. Como dice el refrán: "A cada uno según sus habilidades y según sus necesidades". Sin embargo, este principio parece fracasar ante las pulsiones de muerte y el lado oscuro que Freud describió. Incluso así, existen tiempos y mundos paralelos que se gestan al margen del sistema oficial.

Las neurociencias, la neuropsicología y la inteligencia emocional, junto con los conocimientos ancestrales de las culturas precolombinas, están listas para ser redescubiertas. Las investigaciones arqueológicas nos sumergen en la valoración del mestizaje, ofreciéndonos nuevas luces para deconstruir, desaprender y recrear miradas frescas. Es tiempo de radicalizar desde la raíz.

En palabras de Nietzsche: ¡rompamos todo aquello que podamos romper de nuestras verdades!

 

Rosa Anca


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