Araña feminista | Maestras, vocación y lucha

23/01/23.- En la educación, ocho de cada diez docentes somos mujeres. Cuando las jóvenes eligen sus profesiones sueñan con momentos de realización personal y con aportes que podrán hacer a la sociedad y a sus comunidades. Elegir un rumbo profesional tiene que ver con la vocación, ese interés que se defiende con fuerza y pasión, y que lleva por el camino de la vida. El magisterio y la docencia se eligen por vocación.

Cuando las jóvenes comienzan a estudiar para ser maestras, imaginan la formación y atención que podrán proporcionar a niñas, niños y jóvenes, el mundo natural y social que ayudarán a descubrir, las letras y libros que impulsarán a leer, el mágico mundo de los números que ayudarán a habitar. Piensan que habrá mañanas luminosas, alegradas por la niñez y la juventud aprendiendo, reflexionando y saliendo a jugar a los patios soleados. Y ellas, las maestras, principales compañeras y modelos cariñosos.

Muchas y muchos recordamos de adultos una maestra o profesora que nos marcó con sus palabras y acciones, muchas veces una maestra fue la mejor amiga y la protectora necesaria frente a las dificultades y tristezas. Y sobre todo hubo muchos momentos, en especial, en la adolescencia en que pudo ser un modelo moral, nunca por sus lujos imposibles de costear con sus sueldos siempre precarios. Como madres, entregamos a las maestras y las escuelas a nuestros hijos e hijas, y esperamos que ellas impulsaran logros y disciplinas difíciles.

Durante el pasado siglo XX fueron las maestras pioneras en la lucha social, es de las primeras profesiones a las que se incorporaron las mujeres, desde allí cuestionaron el status quo, impulsando ideas de igualdad y justicia, y haciendo visibles los derechos de las mujeres. También hicieron aportes sustanciales con experiencias pedagógicas más abiertas, libertarias o populares. La lucha magisterial es histórica y continua. Nuestra maestra icónica e histórica feminista fue Argelia Laya.

La educación pública, universal y gratuita fue un gran logro de derechos humanos, que todavía está pendiente en muchos lugares del planeta, y en otros va en franco retroceso. No puede haber igualdad en una sociedad donde hay brechas entre escuelas con recursos y escuelas sin recursos, donde hay quienes reciben instrucción de primera o de segunda clase. Necesitamos que todos y todas las docentes puedan dedicarse a su labor con remuneraciones que permitan su vida y el despliegue de sus capacidades.

En este momento, la lucha salarial es la lucha por la supervivencia, no solamente de quienes ejercen la docencia, y recordemos que no hay educación sin quien enseñe, así sea debajo de una mata. La lucha salarial es la lucha por la igualdad y por la dignidad.

Alba Carosio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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