Letra veguera | Chávez estos días
La historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la Naturaleza, es algo maravilloso y digno de toda atención...
Hermann Hesse
15/02/23.- Se puede vivir cerca o lejos de Dios, o él de uno (cualquiera sea la raíz geográfica o ideológica, o por los misterios que median entre semejante distancia). Más doméstico es Cristo: modesto y paternal, siempre acompaña a la gente sus imágenes desde el Cadalso hasta la cruz; ese Cristo de los gitanos, el de los pobres, el de la revolución, el que padeció, ese con el que Chávez interperló ferozmente a los ensotanados de la CEV.
Por lo que sea, digo, no quiero hablar del Dios invocado en el Cantar de Los Cantares, ni de Salomón, ni del vuelo hormonal que surgió de su lectura a escondidas de Ruiz-Guevara, mi padre indio cimarrón, comunista y ateo, pues estaría tentado a contar cosas sin incumbencia que me rebotarían a un CDI o al programa de rehabilitación psicosocial.
Deseo hablar del amor y de la rebeldía para caerle con o sin adrenalina a lo que Chávez calificó como “la verdadera fuerza atómica” de la revolución: la juventud.
No sé si es verdad que tenemos una sola edad para el amor y para la guerra. Es una edad fundida la que tiene el joven que sueña, ama y lucha por la vida y la igualdad.
Allá en Barinas, la naturaleza del tiempo transcurrido, no era sino un telón de fondo obligado a subir y a bajar mitos que se convertían en materia viva de nuestros sueños; allá uno si se quedaba solo con sus metáforas o las equipaba de carne y hueso.
El más aclimatado era el del héroe: es que no se puede vivir siendo joven sin ese arquetipo: su equivalencia, ahora que el tiempo se vuelve declinable, y que se adosa al hogar de la memoria, es la orfandad del padre. Por eso se ama tanto al padre, sobre todo si este no está en casa, ausente para siempre y nos dejó sembrados, como decía Pavese, todos los elementos que nutren en la vida los sentidos del amor y de la lucha.
El presidente Chávez convocó siempre a la juventud a ser la conciencia crítica del presente, del futuro socialista.
Este llamado es también una especie de auxilio: no porque los viejos ya no puedan mantener el estribo, que los hay muchos, recios e infatigables; sino porque algunos han sido derribados en la oscuridad por falta de ética y se han vuelto privilegiados, tristemente solitarios y finales cuando Chávez los interpelaba al aire libre.
Muchos no cuentan ya con ellos. Estorban y no se apartan, como dice Fidel. Hacen daño, y callan y no se alejan: alejan a otros.
Es sin duda la juventud una fuente pura y enérgica: pero aquella que sea capaz de convertirse en el alma colectiva de este proceso en construcción del socialismo humano y añejado en el ideal bolivariano; no hablemos de esos muchachos charlatanes que hacen cambalache de sus vidas.
Si alguien puede proclamar las tantas veces que amó, luchó y vivió por la libertad y sus sueños de joven, estará siempre enamorado y se mantendrá de pie, como dejó escrito en su Diario ese enigmático anarquista llamado Thoreau.
Federico Ruiz Tirado