Julio Escalona, revolucionario multidimensional

Escalona asumió la difícil tarea de la autocrítica dentro del proceso revolucionario.

 

Fue un miliciano de la lucha de clases, un izquierdista teórico y práctico, un luchador social perteneciente a la rarísima estirpe de los que predican con el ejemplo

 

18/08/23.- Julio Escalona es un ser multidimensional. Y hay que decirlo en presente porque una de sus dimensiones es la espiritualidad, esa que no muere. Al menos no del mismo modo que la carne.

Un rápido repaso a su vida permite ver parte de la fascinante complejidad de este hombre, al que igual podemos llamar intelectual, profesor universitario, economista, fundador de partidos, exguerrillero, practicante religioso, sanador místico, constituyente, articulista, chavista crítico, ecologista, escritor, poeta y, sobre todo, político de altura.

“Comienzo destacando su espiritualidad porque esa no es una de sus facetas, sino la esencia de su ser como revolucionario”, dice Iván Padilla Bravo, quien formó parte de la Organización de Revolucionarios (OR), fundada por Escalona y que luego aportaría su caudal a la Liga Socialista.

“Destaca en todos los ámbitos. Como intelectual fue muy brillante, tanto en el área en la que se formó, la Economía, como en otros campos del saber, incluyendo la literatura. Pero reivindico al Julio espiritual, solidario, amoroso, de una calidez impresionante y una gran calidad humana”, expresa Padilla, quien recuerda que cuando Escalona reveló su cariz religioso y apareció públicamente desempeñando funciones sanadoras, que en la realidad actual pudieran entrar en el campo de lo esotérico, varios de sus antiguos compañeros de luchas políticas lo descalificaron o pensaron que, como tantos otros excombatientes, había enloquecido.

Como político, Escalona comienza militando en la juventud del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), que había nacido de una división de Acción Democrática en los tempranos años 60. Tras la desbandada de la lucha armada, el MIR y las otras organizaciones que habían tomado la vía insurreccional también se escinden. De hecho, Escalona y otros dirigentes fueron expulsados del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre. De esas peleas internas nacen Bandera Roja y la OR, fundada por Escalona, que siguen en el campo militar en los años 70.

Con la mayor parte de la dirigencia de izquierda ya sometida a la pacificación y el bipartidismo viviendo una época de esplendor (incluyendo nuestra primera gran bonanza petrolera), la acción armada de los grupos remanentes tenía escaso respaldo popular y la represión gubernamental campeaba sin contención. Los cuadros rebeldes de esos años fueron tratados con particular saña. El emblema de esto es el vil asesinato de Jorge Rodríguez padre, a cargo de esbirros de la policía política.

Luego de aquellos años de andar a salto de mata, cuando se incorpora a las actividades académicas e intelectuales, Escalona trae consigo la sorpresa del Mahikari, una corriente religiosa originada en Japón que se postula como “las enseñanzas divinas de la luz verdadera” y que tiene entre sus prácticas la sanación mediante la imposición de manos.

Muchos de los camaradas de Escalona fueron incapaces de digerir este viraje de quien había estado con ellos en las trincheras de una guerra desigual y muy cruel. No obstante, su trayectoria desde entonces y hasta su fallecimiento ha demostrado que no se trataba de una reingeniería conveniente para adaptarse al mundo hegemónico. No. Julio Escalona, junto con su nueva visión espiritual, siguió siendo un miliciano de la lucha de clases, un izquierdista teórico y práctico, un luchador social perteneciente a la rarísima estirpe de los que predican con el ejemplo.

En ese empeño estuvo hasta los últimos días de su vida terrenal. Destacó su conducta durante los años de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017, en la que fue vocero de los jubilados y pensionados. Con su magra figura, llegaba al Palacio Legislativo luego de haber pasado por las horcas caudinas del metro, que atravesaba uno de sus peores momentos (lo que es mucho decir) o el transporte público superficial, no menos terrorífico. Es decir que, como pocos dirigentes, Escalona compartía con el pueblo trabajador y estudiante, desempleado y desesperado, y era capaz de llevar sus clamores al organismo deliberante.

“Fue el poeta cubano Reynaldo Arenas quien dijo que los jóvenes son inmortales. Julio Escalona, más allá de sus ochenta años, es eternamente joven, por lo tanto inmortal”, dice Juan Medina Figueredo en un texto titulado “Julio Escalona, guerrillero de a pie y el 23 de enero de 1958”, prólogo del libro de Escalona, Puntofijismo y 23 de enero de 1958. La rebelión como proceso.

Si no fuera por la distancia histórica y el realismo de sus diarias batallas, diríamos que nos parece ver en él una imagen quijotesca a lo Alonso Andrea de Ledesma, el anciano español que montado en su jamelgo salió solitario, esgrimiendo su lanza y su espada, a enfrentar a los corsarios que, viniendo por el viejo camino de La Guaira, entraban a tomar Caracas, tal como lo narra Mario Briceño Iragorry en El caballo de Ledesma”, añade el prologuista.

Y sigue Medina Figueredo ratificando la condición multidimensional de Escalona: “Conjuga el pensamiento y el sentimiento profundo en cuanto dice o escribe. Por eso, nada dice a la ligera, todo le viene de muy adentro, como si de un volcán, de un huracán (o corazón del cielo, en el decir maya), de un mito, de una vieja canción o de rayo y trueno le viniese. Cuando el poeta y editor Luis Alberto Angulo hace acaso un par de décadas me dijese: ‘Ese compañero es un poeta’, no necesité conocer sus versos para identificar  en sus pasiones, en sus emociones, en sus lágrimas y celebraciones propias de su habla y sentipensar, un poeta que nos viene desde los cantos del Ches, o Dios del Sol, contra el conquistador español (descubiertos por Ramón Palomares en la Mesa de Esnujaque), o desde la irreverencia y el compromiso irreversible en el filo de la navaja de La canción del soldado justo y Amanecí de bala, del ‘Chino’ Valera Mora'”.

La voz de la conciencia
En los últimos años, con su sólida reputación de líder vertical y coherente, Julio Escalona supo desempeñar un rol difícil: el de crítico, desde adentro, del proceso revolucionario.

Como experto en la materia, cuestionó aspectos medulares de la política económica. Como estudioso de la geopolítica, alertó siempre sobre los riesgos de la agresión internacional, materializada ya no a través de invasiones clásicas de marines estadounidenses, sino mediante invasiones silentes de mercenarios y paramilitares.

Como cuadro político honesto a carta cabal, fue una voz inflexible ante la corrupción y los deplorables signos exteriores de riqueza súbita e inmerecida de funcionarios delincuentes. Lo hizo con su voz de gurú, de modo privado, pero también en escenarios públicos de primer nivel.

Hecho de roca doctrinaria, Escalona pronunció también severas advertencias acerca del carácter multimodal de la violencia que se ha ejercido contra la Revolución venezolana desde el primer día y que nunca cesa, sólo adquiere perfiles diferentes, según las líneas estratégicas y tácticas de los jefes imperiales.

Su densa herencia reflexiva queda a disposición de quienes quieran analizarla, debatirla y ponerla en práctica. Es un reto para todos y cada uno. Es la voz de la conciencia revolucionaria que resuena desde el plano al que ha trascendido este hombre multidimensional.

 

CLODOVALDO HERNÁNDEZ


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