Hablemos de eso | Assange y el Día del Periodista

29/06/2024.- Al final del noticiero se hace referencia a la celebración del Día del Periodista, que se conmemora en nuestro país en recuerdo de la salida del primer número del Correo del Orinoco, el 27 de junio de 1818:

Somos libres, escribimos en un País libre, y no nos proponemos engañar al Público. No por eso nos hacemos responsables de las Noticias Oficiales; pero, anunciándolas como tales, queda a juicio del Lector discernir la mayor o menor fe que merezcan. El Público ilustrado aprende muy pronto a leer cualquier Gazeta (sic), como ha aprendido a leer la de Caracas, que, a fuerza de empeñarse en engañar a todos, ha logrado no engañar a nadie.

Esto apareció en la que puede identificarse como la editorial del primer número del periódico editado por el Libertador Simón Bolívar, desde Angostura (hoy Ciudad Bolívar), región liberada poco antes por el ejército patriota.

El periodismo nace en Venezuela en medio de la más radical refriega política de nuestra historia: la guerra de independencia. Esa guerra no se libra solo en el campo de las armas, sino que necesita también librarse en los terrenos de la información, las ideas y la conciencia. La Gaceta de Caracas es el compendio de las ideas del partido realista, el que batallaba por mantener el dominio de la monarquía española. Esa misma Gaceta es la que el Correo denuncia como la que "pretende engañar a todos". La prensa republicana, pues, nace en una lucha contra la difusión de mentiras por parte del imperio dominante. Por eso, sus autores se identifican como libres y afirman que el país que se está creando a partir de su lucha es un país libre. La prensa se identifica y se compromete con la creación de esa libertad: cuenta con formar un público informado, una ciudadanía que no se deje engañar y que pueda juzgar con su propio criterio quién dice la verdad y quién miente.

Sin embargo, en la parte final del noticiero, que no deja de tener la curiosa coincidencia de que las personas que felicitan son a la vez las felicitadas, se usa otra definición de la profesión de la periodista y el periodista, que tendría la responsabilidad de "llevar al público los hechos tal como suceden, sin ningún sesgo, que no sean condicionados o influidos por sus posiciones personales". Hay que ver que esto suena rarísimo, porque la selección de los hechos que se presentan y la forma en que se cuentan siempre estarán influidas por las posiciones y opiniones de quienes los cuentan, sean estos los propios periodistas que transmiten las noticias o quienes seleccionan, redactan o editan aquello que nos transmite el periodista. Ambos pueden tomar partido por un bando o el otro, por el bando realista o por el republicano…

Tal vez una de las raras excepciones a esta regla sea precisamente el caso de WikiLeaks y su director Julian Assange. El caso por el que se ha hostigado y perseguido a Assange es la presentación pública, a través de internet, de cientos de miles de documentos clasificados sobre intervenciones militares, violación de derechos humanos y otros hechos repudiables realizados por el gobierno de Estados Unidos y sus múltiples agencias de guerra. Uno de los más destacados es el video donde puede apreciarse cómo desde un helicóptero militar de Estados Unidos se dispara contra periodistas y otros civiles en Bagdad…

No ha sido un delito de opinión el que se le atribuye a Assange por parte del gobierno de Estados Unidos, sino el de la exposición pública de documentos (escritos y videos) que no querían que fueran conocidos por la opinión pública, porque su mera presentación pondría en evidencia los crímenes cometidos por las agencias de Estados Unidos. A partir de las primeras publicaciones en 2010, se inicia la persecución contra Assange, que no cesó en catorce años. En 2012, Assange se ve obligado a refugiarse en la Embajada de Ecuador en Londres, después de que el gobierno de Rafael Correa le otorgara el asilo diplomático. Se ve obligado a permanecer en la embajada durante siete años, mientras Estados Unidos insiste en su extradición por violaciones a una ley de espionaje de 1917. En 2019, el gobierno títere de Lenin Moreno le retira el asilo, en clara violación de los principios internacionales que sostienen el derecho de asilo (la violación de este derecho ha sido asumida por los gobiernos proimperialistas de Ecuador, como lo demostró el señor Noboa al violentar la Embajada de México). Entonces, la policía británica lo toma prisionero y se le traslada a una cárcel de máxima seguridad donde permanece cinco años.

Su liberación solo fue posible por la presión internacional y porque los defensores de los derechos humanos y la libertad de prensa en todo el mundo no cesaron nunca sus protestas. Ya Biden no quería la papa caliente de trasladar a Julian Assange al territorio de Estados Unidos. Era de esperar que las protestas en su territorio y la publicidad de un juicio injusto, a todas luces, no favorecerían al señor Biden en su aspiración a reelegirse este noviembre. La "justicia" de Estados Unidos actúo funcionalmente con ese interés y planteó un "acuerdo". Mediante el mismo, Assange se declaró culpable de uno de los veinte cargos que se le imputaban y un juez en uno de los territorios ocupados por Estados Unidos en el océano Pacífico lo condenaría a cinco años de cárcel, aceptando que ya los había cumplido en la prisión de máxima seguridad donde lo retuvo el gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña. Todo quedaba "pago": complacidos los Estados Unidos por los catorce años de persecución y la declaración de culpabilidad, mientras se libraban del caso sin que Assange pudiera protestar por los años de privación de libertad.

Una libertad que celebramos, pero que esconde la lección de cuánto cuesta desafiar al poder mundial: si usted dice lo que no se debe, le costará caro. No es que pudiera sentarse un precedente, es que ya está repetida la amenaza de un "castigo ejemplar". Si usted no es tan conocido, puede que lo maten o que desaparezca, pero incluso cuando su detención sea un escándalo mundial, el poder estadounidense tendrá la manera de castigarlo.

La Fiscalía estadounidense incluía entre sus argumentos para condenar a Assange que este no era periodista. Si hacemos caso de este argumento, no debería asistir a ninguno de los agasajos que se ofrezcan a estos profesionales. Pero la libertad de expresión es un derecho humano fundamental (de todas y todos), establecido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Al gobierno de los Estados Unidos no le importa mucho eso.

Assange dijo hace unos años: "No practicamos la desobediencia civil. WikiLeaks practica la obediencia civil, es decir, somos una organización que trata de hacer que el mundo sea más civilizado y actúa contra organizaciones abusivas que presionan en la dirección opuesta".

 

Humberto González Silva 


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