Contraplano | Alucinantes cuadros vivientes de Parajanov

29/06/2024.- Días atrás, una amiga muy cercana me envió, vía mensajería instantánea, un fotograma de la película El color de la granada (1969) de Sergei Parajanov (Unión Soviética, 1924-1990). Admito que desconocía este filme, y luego de verlo terminé agregando el nombre del director armenio a mi larga lista de favoritos.

En una hora y media, Parajanov cuenta, de manera muy libre, la vida del músico y poeta armenio-georgiano Sayat-Nová (1712-1795), considerado el gran trovador del Cáucaso. Sin embargo, esta biografía es solo un punto de partida del director para representar una original estética caleidoscópica llena de color y forma que contienen usos, costumbres y tradiciones armenias.

En toda la película, en la que escasean los diálogos —y que se resiste a la narrativa convencional— la acción se repite en bucles. Muchas reseñas y críticos la describen como coloridos cuadros vivientes del siglo XVIII, cargados de iconografía y símbolos persas y armenios, ambientados por música tradicional que llevan al espectador a un estado casi hipnótico y confuso.

La producción, que dura una hora y media, intercala la escenificación de versos del poeta con pasajes de su vida. En los primeros minutos somos testigos de la infancia de Sayat-Nová, quien conoce de las artes, la sexualidad y la vida cotidiana. Posteriormente, vemos su etapa como cortesano y luego como un monje.

Al finalizar esta película, el director estadounidense, Martín Scorsese llegó a exclamar: “La belleza, al fin desatada”. Y posteriormente explicó: “No sabía más sobre Sayat-Nova al final de la película que al principio, pero lo que hizo Parajanov fue abrir una puerta a una experiencia cinematográfica atemporal”.

Esa ruptura de lo convencional a lo vanguardista, con la que el realizador se aleja del llamado “realismo soviético”, no gustó nada a las autoridades de entonces. Por ello, y lamentablemente, el artista fue condenado en 1973 a pasar varios años en campos de trabajos por “delitos” como homosexualidad, marca que lo acompañaría por el resto de su vida.

Y es que a 34 años de su muerte, la sexualidad de Parajanov aún es tema de debate. Sin embargo, de lo que sí estamos claros es que su trabajo está lleno de simbología queer. Como ejemplos podemos nombrar a los bailarines Kinto presentes en varias de sus películas, y los performances de género dual de la actriz Sofiko Chiaureli, quien interpreta en El color de la granada varios papeles masculinos y femeninos.

El sitio web Chai Khana, plataforma de divulgación de arte del Cáucaso, recoge las apreciaciones sobre el arte de Parajanov, reclamado tanto armenio como gregoriano. En un artículo, el crítico de cine Teo Khatiashvili alega que el conservadurismo predominante en esta región impide que nuevas generaciones conozcan sobre el artista, considerado un ícono de resistencia LGBTQI+ en Georgia. No obstante, Anahit Mikayelyan, directora del Museo Parajanov de Ereván (capital de Armenia), no subestima el valor otorgado por la comunidad sexodiversa, pero añade que se debe hacer hincapié en la divulgación en la juventud.

“En la Unión Soviética, en los años 60, era un tema muy interesante. Parajanov estaba entre la gente, pero ahora no sabemos nada de él en la escuela ni en la universidad, a menos que estudies cine o arte. Si le preguntas a alguien por la calle, no te dirá que lo conoce”, expresó, citada por Chai Khana. “Cuando hablamos de artistas queer, parece que casi no existían en Georgia en el pasado. Por eso es importante saber de él también como parte de la comunidad queer”.

La fuerte estética de Parajanov —quien era bisexual y a quien recordamos en este mes del orgullo LGBTQI+— llegó a influenciar a maestros del cine del siglo XX como Jean-Luc Godard, Michelangelo Antonioni y Andrei Tarkowski. Su característico estilo también se puede apreciar en trabajos más recientes como los videos musicales Bedtime Story (1994) de Madonna, dirigido por el afamado Mark Romanek, y de la canción 911 de Lady Gaga, a cargo del realizador indio Tarsem Singh, responsable de La Célula (2000), recordada por su alucinante dirección artística, vestuario e iconografía.

Como dije, y como confesó Scorsese, puede que con El color de la granada sepamos poco o nada de la vida de Sayat-Nová, o puede que no estemos frente a una película con marcada temática LGBTQI+. Aun así considero que alguna vez debemos ver esta cinta y apreciar la creatividad e inconfundible estilo de Parajanov.

Para intercambio de opiniones y conocer más sobre El color de la granada puede escribir a columnacontraplano@gmail.com

Carlos Alejandro Martin

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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