Historia viva | El engaño como doctrina

03/07/2024.- Lo más difícil de determinar en una guerra no convencional, como lo es la guerra cognitiva, es que el sujeto no está consciente de que es el protagonista de las hostilidades, que el campo de batalla es su mente y que puede ser fácil presa de los ataques en ese frente de lucha. Por supuesto, puede caer "mortalmente herido" de pensamientos negativos, confusos o contradictorios, sin darse cuenta de ello. Él está convencido de que la "verdad" que le han hecho creer es cierta, cuando es en realidad una mentira.

Ocurre con mucha frecuencia en mentes jóvenes, desprovistas de herramientas de persuasión y de análisis, donde la emocionalidad compulsiva toma a la víctima desprevenida y sin recursos para discernir entre el bien y el mal. En una campaña electoral como la que hoy se desarrolla en Venezuela, con "candidaturas paralelas", no es difícil distinguir quién hace el papel de Guasón, o Guasona, evocando el personaje cinematográfico creado por Bill Finger en los años cuarenta para la película Batman, que no es más que la evocación en la mitología alemana del personaje cínico y burlón de Mefistófeles, o de los que no aman la luz.

La oposición venezolana, toda, ha transitado desde las salidas de golpes de Estado, operaciones violentas de calle, el uso de monopolios privados de alimentos para desabastecer el mercado, actos delictivos, paramilitarismo, narcotráfico, asociación con invasores y el bloqueo impuesto por Estados Unidos. Hasta ahí se encuentran reducidos los violentos hoy, como un segmento de ese archipiélago político que se vio obligado a tomar el curso constitucional electoral, pero con la costura histórica desprendida por la falsedad y el engaño que muestra en su rostro de Guasón. "Todas las salidas" y "hasta el final" están en un túnel sin luz.

En toda esta realidad general, está la doctrina política imperialista que han tratado de imponer en América Latina y el Caribe mediante la caotización de la sociedad y la promoción de la inestabilidad política para implantar gobiernos paralelos, con personajes interinos, en el afán de desmontar el Estado nación soberano, que no le resulta útil para sus intereses. Entonces optan por financiar y promover liderazgos psicóticos y caotizantes, fanáticos fascistas, bajo una plataforma de engaños, como lo hicieron en Brasil con Bolsonaro, o el más reciente caso de Argentina con Milei, ahora ante el abismo del liberalismo frenético y extravagante.

No hay que perder el contexto general geopolítico que ha tratado de imponer el Estado profundo del norte, luego del desgaste de la doctrina de seguridad y defensa hemisférica, que expolió a los países latinoamericanos durante más de cien años. Para ello se han valido de reestructurar su sistema de ideas de dominación cultural por medio de la palabra, la cultura del consumo y los sistemas tecnológicos de comunicación en eso que llamamos guerra cognitiva.

Es en ese mundo de las comunicaciones inmediatas y volátiles donde aparecen esos personajes narcisistas disfrazados, cual Guasones y Guasonas, para colocar cajitas de regalo con lacitos bonitos. Ahí esconden dinamitas, para desde adentro implotar la sociedad, desmembrar el tejido social y destruir el Estado nación soberano, los valores de independencia y apagar la luz, que es el conocimiento y la conciencia histórica, esa que nos señala los errores y los aciertos para construir una prospectiva de felicidad y seguridad social.

En las candidaturas paralelas observamos el arquetipo de las ansias de poder. Son seres que crecieron en la opulencia de familias cuyas riquezas provienen de negocios turbios con el Estado corrupto y dependiente de las migajas y de las patentes del bolo imperialista norteamericano, bien de la expoliación petrolera, del hierro, o de los servicios eléctricos manipulados en detrimento del bienestar social en Venezuela. Ahora, añoran volver.

Estos personajes de la fábula política corporativa se montan en tarimas de inestabilidad, para regocijarse siendo el centro de atención en el mayor narcisismo psicótico. Tienen poco para ofrecer como propuesta programática. El discurso político se reduce a lo banal, lo superficial y a una retórica de mentiras que tiene como coro la bulla y no el sonido reflexivo de las palabras que convencen.

Un tren de especialistas en semiología electoral, pagado con el dinero robado a las instituciones del Estado en el exterior por la banda de delincuentes que intentó constituir un gobierno paralelo para destruir al Estado soberano venezolano, hoy recomiendan usar un lenguaje amigable, borrar de los espacios de internet sus llamados al golpe y a la violencia, a la intervención extranjera y al bloqueo criminal. Así puede presentarse, cual Guasona, con sus risas estiradas de cinismo, acariciando y cargando niños, llorando con payasos disfrazados de viejitos y, sobre todo, confundiendo a los más vulnerables: los jóvenes.

Nada de eso les ha funcionado, porque los retrata un historial reciente de delitos y, en especial, porque hay millones de seres humanos entendidos en las causas de la crisis de la que estamos saliendo, con el pecho ungido de valor y con la mirada en Bolívar y Chávez como sujeto pueblo.

 

Aldemaro Barrios Romero


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