Memorias de un escuálido en decadencia | Reconocimiento

22/11/2024.- ¡Abran paso, que vengo echando candela! Ahora sí se dio lo que faltaba: el compañero, Antony Blinkin, secretario de Estado de nuestro Gobierno en Estados Unidos, dijo que está bueno ya, Edmundo es el presidente que nosotros reconocemos en Venezuela y se acabó la vaina. Y nosotros estamos más contentos que el carajo. Esperando ese 10 de enero como el 5 de julio de 1811. Se puso lindo el caney. Es verdad que ya tuvimos un primer gobierno, autorizado e impuesto por nuestro presidente Trump,y allí estuvo Guaidó poniendo la cómica, pero salió multimillonario y Fabi salió con la nevera llena, full, porque eso es lo importante, dárselas de presidente y no hacer un carajo, pero eso sí, vigilar, controlar y no sancionar al que se lleve los reales. En ese primer gobierno fracasamos nosotros, pero triunfaron Guaidó, Borges, Ledezma, Vecchio, López, y es bueno que sea así, porque esa gente ha estado a punto de entregar su vida por defender la democracia en este país. Luchando siempre a brazo partido contra la dictadura, y por eso se merecen que se hayan quedado con ese dolarero. En cambio, nosotros seguimos pelando bolas, pero los apoyamos, porque en algún momento le toca a uno la vaina, así es la democracia, hoy para ti, mañana para mí.

Uno está feliz. Integralmente feliz. Es decir, de los pies a la cabeza estamos felices. Dos regalos, así de un solo coñazo. Dos por el precio de uno. Primero el compañero Trump nombra a ese impecable y honesto líder, Marco Rubio, como su secretario de Estado, y ahora, el gobierno del compañero Biden, antes de irse, nos da ese regalón a través del compañero Blinkin. Es mucho con demasiado. En el momento en que el hombre dijo que reconocían a Edmundo González, en la quinta unidad, aquella vaina se venía abajo. Que declaración tan 5 de julio de 1811. Ahora hay que esperar el 20 de enero, cuando el compañero Trump asuma, y ojalá que invite a nuestro presidente Edmundo González para su toma de posesión, porque eso se miraría ante el mundo como la fortaleza de la democracia venezolana, una vaina del carajo. Estamos venciendo y eso se celebra, este diciembre va a ser nuestro mejor diciembre. Abran la puerta y prendan la luz que la noche es larga para celebrar esta fiesta de la democracia venezolana.

Ojalá que después no nos pasé como nos pasó con Guaidó. Ahora nosotros tenemos que hacer una transición democrática, es decir, Guaidó tiene que traspasarle Citgo a Edmundo, y entregarle los reales que queden por allí. Incluso, hasta la nevera de Fabi tiene que entregársela, porque esa nevera está full. No podemos volver a cometer los mismos errores. Nosotros somos inteligentes y eso lo sabe todo el pueblo venezolano. Somos como el pájaro fénix, como dicen los que saben esas pendejadas, un pájaro que salió volando hecho cenizas. Vamos a demostrar que solo nosotros salvamos a Venezuela, que la dictadura ya es pasado imperfecto. Nosotros somos presente y futuro pluscuamperfecto. Y aquí vamos, como iba el compañero Pérez, de frente y dando la cara.

El papá de Margot se puso de pie cuando escuchó la noticia de que el gobierno de Estados Unidos reconocía como presidente a Edmundo González. Por un momento se quedo mudo. Pero después pegó un grito arrechísimo que nadie entendió. Hasta la vecina lo escuchó y gritó: “Ahora también te va a dar por gritar, desgraciado”. Pero el hombre nos vio, y casi llorando dijo: “Al fin, carajo, vamos a volver al gobierno. Destápame la botella de whisky de 21 años que tengo detrás de los platos, y vamos a brindar. Y me perdonan si me ven llorando, pero es que esto es mucho para mi corazón partido”. Se tomó un trago y viéndonos a Margot y a mí, sin decir nada, se fue al cuarto, y antes de agarrar la puerta, dijo: “Que se arreche la vecina, pero ahora este coñazo va a ser el más grande”. Y lanzó aquella puerta como un pitcher que lanza una pelota para el home. Y aquel coñazo estremeció el edificio. Afuera se escuchó a la vecina gritar: “Nos jodimos con este loco gritón y tira puerta”.

—Fueron vapores de la fantasía —me declama Margot.

Roberto Malaver 

 

 

 

 

 

 

 


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