Letra fría | "De burro bizco a patriarca"

29/11/2024.- Procedo a cancelar una deuda pendiente con Pedro Chacín tío y conmigo mismo, debido a dos entregas iniciales comentando su libro y cierro con este tercer acercamiento, que al releer veo que necesitará un cuarto.

Como bien lo dice su autor, el médico psiquiatra Pedro Vicente Chacín Espinoza (alias Peviche), este libro terminó con el título De Burro Bizco a patriarca que nada dice de lo que lo contiene, una historia divertida de un pueblo ficticio, pero con extraordinarios visos de realidad, en el mejor estilo casi macondiano, que culmina con una graciosa saga de los presidentes de Venezuela desde 1941 hasta 1999, es decir desde Isaías Medina Angarita hasta Rafael Cadera Rodríguez.

La saga histórica arranca con el Catire Miquilena, partidario de Medina Angarita, de quien sabíamos que desde sus 14 años, fue secretario general del sindicato de autobuseros en la década de 1940, y en medio de graciosas reflexiones autobuseras, nos entera que también era boxeador, talento que no figura en los cotejos biográficos de Luis Miquilena, pero que tampoco me extrañaría porque ya muchachón participaba en el partido comunista y eso podría haber sido parte de su entrenamiento.

El autor, como buen psiquiatra y notable escritor, es un cazador de historias poco comunes en política y destaca el encuentro de Medina con una rumbera cubana: “Entre las opciones buenas del general pongo de relieve su entrevista con María Antonieta Pons (lo digo en serio), aquella sublime bailarina que tenía un final de espinazo excelso y que provocaba la posposición, aunque fuese breve, de toda civilidad, circunstancia o amistad con el pueblo. Lo estético es tan deseable como lo ético.

Medina fue depuesto, gracias a Dios (digo yo, que soy concupiscente e irreverente), después del más delicioso tropezón con María Antonieta Pons, que para mí hubiera sido el remedio del pesar por la media cara que me falta. ¿No sería este placer inefable del afectuoso general Medina lo que desató el verdadero deslave de envidia que lo descamburó?”

Cuenta en la revista En el Tapete, Eleazar López Contreras, excelso crítico musical, (nieto homónimo de su abuelo el otro general presidente), que ciertamente “María Antonieta Pons, vino a Caracas en tiempos de Medina, a quien —se dice y es muy factible— se la presentó Pierre René Deloffre, que era dueño de los negocios contiguos, Longchamps, donde ofrecía un menú a la carta con platos franceses. En el mismo inmueble, ubicado de Cochera a Puente, funcionaba El Trocadero, que era parte del mismo negocio. A los dos locales los dividía una cortina y en los shows importantes, se integraban ambos. Al Longchamps asistía la alta sociedad; al Trocadero los parranderos”. Cuenta el nieto travieso que las damas de la época le pedían a Deloffre que dejara entreabierta la cortina que separaba los locales, para ver a los exquisitos comensales del restaurante.

Ya más serio con el Isaías, Pedro Chacín reseña: “Medina atesoró mayúsculas prendas como estadista, pero yo, en el plan de biógrafo, percibo menos sus virtudes que sus vicisitudes. Entre sus alternativas malas destaco su negativa a establecer elecciones directas y secretas, probablemente una exageración de su postura de no hacerle carantoñas al pueblo”.

Las legendarias y famosas persecuciones en motoneta del general Pérez Jiménez a modelos y artistas famosas, e inclusive reinas de belleza en la isla de La Orchila, también forman parte de sus lúbricos relatos: “Volviendo a los lances eróticos privilegiados y a la tumultuosa envidia que generan, piénsese que Pérez Jiménez, el principal complotado contra el magnánimo general Medina, mostró algún tiempo después una diligente afición por las persecuciones eróticas de féminas artistas, lo cual hacía, para apurar el disfrute, en motoneta. Los anales de historia patria registran como escenario de esos venéreos acosos la isla La Orchila”.

Como ya lo he dicho en entregas anteriores, este libro de Peviche no tiene desperdicios: “Volviendo a la concreta historia política de Venezuela y a sus entronques con la farándula, es obligatorio recordar que el general Gómez se tuteó con Gardel y eso es bastante, pero el tuteo más gratificante está muy por debajo del teteo menos regocijante, porque en la zona de la doble y noble protuberancia se inicia lo que será luego una búsqueda compulsiva e incesante del buen comer, es decir, la gastronomía. La lactancia es la primera piedra de ese edificio singular de la dulzura, de la fiesta y de la gloria, es el primero y más intenso de los deleites. Quien no mamó con comodidad hasta el aplauso, tiene suficientes motivaciones para enloquecerse cuando le cortan el agua”.

Me temo que el acné de Rómulo Betancourt que dejaron su cara marcada, y otras historias presidenciales quedan para la semana que viene, porque es todo por hoy.  

Humberto Márquez 

 


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