Al derecho y al revés | Perro que ladra...

29/01/2025.- En su larga pasantía por las ligas menores del poder, Donald Trump se acostumbró a violentar mujeres indefensas a las que les compraba el silencio en los tribunales.

Nacido millonario, Trump, a diferencia de su padre, antes de cogerle el gusto a la política, acostumbraba a gastar más de lo que producía su jugosa herencia de compañías constructoras y bienes raíces, que pronto llevó a la quiebra. De no ser por sus amigos rusos, que le prestaron para volver a flotar, el mundo en estos momentos no estaría corriendo el peligro de sufrir una tercera guerra mundial.

Hoy con todo el poder que significa estar al mando de un Estado que posee más de ciento diez bases militares en todo el mundo y la economía financiera más grande del orbe, a la que nadie le revisa cuentas porque, desde 1971 —cuando EE. UU. abandonó el patrón oro— a la fecha, el valor de la moneda yanqui, el dólar estadounidense, ha subido en nave espacial mientras que los bienes que en ese país se producen más bien han disminuido, en muchos casos, el presidente número 47 de Estados Unidos piensa que igual siendo jefe de Estado, con los poderes del Estado dominados, puede jugar con los países como lo hacía con sus inquilinos en Nueva York, a los que solía botar sin importar si se trataba de una madre sola con hijos y sin respetar contratos cuando alguien le ofrecía pagar una renta mayor.

Lo hace con menos gracia que un paquidermo ingresando a una tienda de cristalería, literalmente entrompando —como para hacerle juego a su apellido— con los países que menos han enfrentado las políticas gringas.

Es decir, con la América hispana.

Son conocidas las amenazas que en su discurso inaugural lanzó Trump contra México, Panamá, Colombia, Puerto Rico, Canadá, Groenlandia y Venezuela, pero como "perro que ladra no muerde" era necesario esperar, algo que no duró mucho.

En menos de tres días ya había comenzado Trump a enviar a sus países inmigrantes indocumentados que, en muchos casos, estaban tramitando la residencia, pero fueron detenidos por la llamada "migra" mientras se dirigían al trabajo.

Sin embargo, la criada le salió respondona a míster Trump: Claudia Sheinbaum, la presidenta de México, y también Gustavo Petro devolvieron los aviones donde el yanqui, sin avisar, deportaba inmigrantes de diversos países sin documentos y esposados, como si fueran delincuentes.

Claudia, sin alzar la voz, anunció que por cada mexicano devuelto, ella sacaría diez gringos, que los hay a montón en ese país, donde trabajan por internet —los llaman "nómadas"— sin pagar impuestos.

Petro —a quien tuve la oportunidad de conocer el año pasado en la Feria del Libro y que me parece el más culto de nuestros presidentes— no solo reclamó la violación de derechos, que es enviar seres humanos esposados y amarrados cual bestias, en un vuelo de más de diez horas, sino que envió una carta donde puso a Trump a tocar tierra.

Petro le recordó a Trump que los colombianos no son menos que los yanquis y que nuestra historia es grande. Sobre todo, el presidente colombiano, elegantemente y con prosa que rozó por momentos la poesía, le recordó a Trump su pasado familiar de migrantes, su ignorancia y que "no estrecha la mano de un fascista", pero que, en aras de convivir, le acepta un whisky, a pesar de la gastritis que padece.

Grande Petro y grande Claudia. Ojalá el bravucón toque tierra. Ojalá entienda que, al ritmo con que está deportando hispanos, tardará cincuenta años en sacar los once millones que afirma tener sin papeles trabajando en Estados Unidos.

Ojalá Trump entienda que si las bandas mexicanas que trafican drogas son terroristas, también deben ser catalogados como terroristas los millones de consumidores gringos que se drogan con productos mexicanos.

 

Domingo Alberto Rangel


Noticias Relacionadas