Punto y seguimos | Los benditos 40
Pregúntele a los de 60 lo que darían por tener 20 años menos
Era cierto. La crisis de los 40 existe. Antes de llegar a la fulana "mediana edad", una como que tiene la esperanza de que los rumores sean eso, rumores. Pseudociencia. Cuentos para meter miedo y vender cremas antiarrugas, pero no, efectivamente es un tiempo raro de cuestionamiento que los psicólogos definen como un "balance del transcurso vital" del que no todo el mundo sale muy bien parado. Ya en la década de los 30 nos abandona la sensación de "inmortalidad" previa y llega una comprensión de la finitud, pero que aún se ve lejana en el tiempo. Los 40, por el contrario, nos hacen sentir que el tiempo no es precisamente un amigo.
A pesar de que es obvio que a muchas personas esto no les ocurre, lo cierto es que a otras sí, a tantas como para que se hayan preocupado por estudiar el fenómeno y determinar que el paso de la juventud a la madurez es de naturaleza conflictiva, sobre todo en una sociedad tan competitiva y demandante de "éxitos" como la que tenemos. Hombres y mujeres se ven presionados no solo por las expectativas externas, sino por las internas, que suelen ser más duras, ya que es en ellas donde se encuentra el corazón de la crisis, pues el determinar bajo autoexamen si se cumplieron o no nuestras expectativas, y si andamos al menos encaminados en la cosa, es el centro del sacudón emocional que supone esta década de la existencia.
Aparentemente casi nadie está conforme con su situación, y muchas veces tiene que ver con la angustia de sentir que no habrá tiempo suficiente para cambiarla o mejorarla. Es darse cuenta de sopetón de que para ciertas cosas ya es tarde, y que para otras la cuestión es de "ahora o nunca". Básicamente es un aviso de que "usted ya no puede seguir procrastinando en su propia vida", o como dirían los viejos, "o se monta en el burro o lo dejan". Por suerte, parece que el drama pasa en poco tiempo (aunque hay casos en que se desarrollan patologías como ansiedad o depresión a largo plazo), pero igual es un traguito amargo.
Si anda por estas épocas de la vida, bien vale considerar varias cosas: si va a haber miedo, que sea al ridículo. Pilas con las cirugías estéticas desesperadas, con el cliché de emparejarse (en serio o de trampa) con gente en los 20, gastarse todos los churupos en algo que no necesita, pero "se merece", y esa clase de cosas que parece que tenemos tendencia a hacer en medio de la tormenta. Por otro lado, también hay una serie de cosas buenas como el querer dedicarse a una vida más sana, a cuidar la salud, los afectos y a elegir conscientemente dedicar tiempo a lo que nos gusta. Puede que en la autoevaluación nos raspemos, pero siempre hay como sacarle provecho a aquello.
Así que aférrese sin miedo a la frase ganadora: "Los 40 son los nuevos 30". No vivimos en los tiempos de nuestras abuelas, donde cumplir esa edad ya era una sentencia de vejez y retiro. ¡No, señor! Es un período productivo y de posibilidades, en donde tenemos claros temas que nos hicieron patinar reiteradamente en años anteriores; y de adquirir consciencia plena de que el tiempo es una variable compleja y cambiante, que nos sirva para disfrutar más de todas las cosas, desde la comida hasta los actos de contemplación. Móntese en el burro. Y si aún es demasiado pesimista, pregúntele a los de 60 lo que darían por tener 20 años menos.