Trinchera de ideas | La actuación de Brasil en Brics...
"Guerra avisada no mata soldados"
31/10/2024.- No había querido emitir opinión sobre la decisión de Brasil y de Lula de vetar el ingreso de Venezuela a Brics. Me llamó la atención el comunicado de la Cancillería de Venezuela, donde exculpa al presidente de Brasil, al canciller e incluso al asesor presidencial Celso Amorim.
Ahora el presidente Maduro ha dado a conocer pormenores del hecho en el que expone que Lula no fue bien informado. Creo que el comunicado de la Cancillería de Venezuela es de altura, expone una posición de Estado, pero, con todo respeto, no lo comparto.
No sé si la vicepresidenta Delcy Rodríguez lo recuerda, pero cuando ella era ministra del despacho y yo director de Relaciones Internacionales de la Presidencia ocurrió un hecho similar bastante dramático. Fue en julio de 2006, cuando se realizó una cumbre de Mercosur en la que Venezuela se incorporaría a la membresía de esa instancia. Ya los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, Lula da Silva, de Brasil, y Tabaré Vázquez, de Uruguay, estaban en el país. El comandante Chávez esperaba que el presidente Nicanor Duarte llegara a Maiquetía para trasladarse al teatro Teresa Carreño, donde se verificaría la firma del documento. Ante la premura que emanaba del hecho de que había tres presidentes esperando, el presidente Chávez había ordenado que el mandatario guaraní fuera trasladado a Miraflores en helicóptero tan pronto llegara al aeropuerto, a fin de que juntos arribaran al Teresa Carreño.
En ese momento, desde la Cancillería nos informaron que un funcionario paraguayo de tercer nivel (algún tiempo después se supo públicamente que trabajaba para una agencia del gobierno de Estados Unidos) se negaba —sin causa conocida— a firmar un documento imprescindible para que finiquitara el proceso. Esta situación amenazaba con hacer fracasar la cumbre y paralizar el ingreso de Venezuela al organismo subregional.
Para ganar tiempo y posibilitar la solución del inconveniente, el comandante Chávez cambió su decisión inicial e instruyó que al presidente Duarte lo trasladaran a Miraflores por vía terrestre, lo recibiría y conversaría con él hasta que el impasse fuera resuelto. A su vez, la ministra Delcy ordenó que me trasladara al Teresa Carreño, buscara al funcionario paraguayo y resolviera el problema… y el problema se resolvió. Venezuela entró a Mercosur ese día 4 de julio de 2006.
Existe la posibilidad de que un funcionario de tercer nivel tome una decisión de Estado, incluso en contra de la opinión de sus jefes, pero una decisión tomada y ejecutada en ese nivel, es débil y se puede revertir si se actúa con celeridad y se toman las medidas adecuadas.
Lo digo porque la diplomacia a veces no transcurre por las vías habituales y es necesario recurrir a mecanismos no tradicionales. Sin dudar en lo más mínimo de la explicación del presidente Maduro y reconociendo que ha manejado esta situación con gran tino en defensa de los intereses estratégicos de Venezuela, me permito discrepar respecto de la responsabilidad de Amorim y de Lula en la decisión que conllevó esta situación que condujo a que nuestro país no pudiera ingresar a Brics.
Es posible que el diálogo de Lula con el presidente Putin lo haya llevado a una reflexión que lo colocara —por un instante— en el escenario de la estrategia para darse cuenta de que sus asesores lo condujeron al terreno de la pequeñez coyuntural, a fin de servir a los intereses de Europa y Estados Unidos, y que tal deliberación introspectiva le haya dado la pauta del tremendo error cometido. Sin embargo, a mí me parece que en este caso hay una actuación premeditada sustentada en el marco de definiciones ideológicas que se han venido manifestado desde hace mucho tiempo.
He tratado de dar seguimiento a esas actuaciones. El 5 de abril publiqué un artículo bajo el título “Lula y Petro: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. En una de sus partes dice:
Lula ha sido, sin duda alguna, un gran luchador social que enfrentó la dictadura que asoló a su país por más de veinte años, pero no es un revolucionario ni ha confrontado el sistema de dominación de su país; al contrario, es parte de él. Su objetivo es producir reformas que mejoren las condiciones de vida de los brasileños sin tocar los intereses de las grandes empresas extranjeras que permanecen en el país. Como se decía a finales del siglo pasado, es un socialdemócrata tradicional al estilo Willy Brandt o François Mitterrand (a quienes adora y admira).
En esa medida, no ha abandonado la idea heredada de sus antecesores de fortalecer al subimperialismo brasileño intentando construir una integración subordinada. Por eso, su esfuerzo de aliar Mercosur, e incluso América Latina, a Europa. Su operador político en estas lides fue y es Celso Amorim, un diplomático de carrera, típico producto de Itamaraty, devenido militante del PT por las circunstancias y los intereses mutuos. Es Amorim quien ha "bombardeado" a Lula —tras recibir instrucciones del Eliseo— acerca de las "carencias democráticas" de Venezuela basadas en la imposibilidad legal y constitucional de la señora Machado de ser candidata en las elecciones.
Hay que decir que es natural que Lula y Amorim actúen así. Responde al ADN de la élite brasileña, que nunca ha luchado contra nadie. Todo lo han obtenido negociando y cediendo en el marco de una institucionalidad sistémica frente a la cual jamás se han rebelado. Por supuesto que en la historia de Brasil ha habido grandes líderes revolucionarios como Tiradentes, Carlos Marighella y Luís Carlos Prestes, entre otros. Lula no es uno de ellos.
La ambigüedad de su discurso (y el de Dilma Rousseff, todavía más acentuado), lo aislaron del pueblo. Ambos abandonaron a los humildes que los llevaron al poder. En este momento, recuerdo cuando en 2006 las organizaciones populares y sociales de Brasil le solicitaron al comandante Chávez que intercediera con Lula a fin de que los escuchara. Con aprobación de este, Chávez arriesgó su capital político y, aprovechando un viaje a Curitiba, se reunió en un teatro lleno de líderes y dirigentes sociales que acudieron de todo el país a plantearle cara a cara tal demanda. Incluso poniendo en riesgo su integridad física, porque un pequeño grupito de exaltados quiso acercarse violentamente a él, los escuchó pacientemente, tomó nota y les dijo que entendía sus razones, que iba a hacer lo que le pedían, pero que, en su parecer, en el momento presente de Brasil, pensaba que se debía apoyar a Lula. No creo que, en toda su vida, Chávez haya recibido una rechifla tan grande como la que escuchó con paciencia ese día hasta que una vez, calmados los ánimos, les habló largamente a los asistentes de la superior causa de América Latina y el Caribe, cerrando el evento con continuados y efusivos aplausos y vivas.
Años después, cuando le dieron el golpe de Estado, Dilma llamó al pueblo a salir a las calles. Nadie lo hizo. Era normal, no les tomaba el teléfono a los dirigentes sociales, no los recibía ni los atendía. Su alianza era con los empresarios. Uno de ellos, que era su vicepresidente, fue el líder del golpe que la derrocó. El abandono del pueblo se paga caro. Nos daban lecciones. Recuerdo la petulancia y soberbia de algunos dirigentes del PT que nos decían lo que debíamos hacer, pero aquí Chávez resistió el golpe de Estado, porque el pueblo movilizado lo repuso en el poder.
Ni siquiera se movilizaron a favor de Lula cuando estaba preso. Los grandes eventos que pedían su libertad reunían a 40 mil personas en un país de 215 millones de habitantes. Es normal que haya sido así. En el momento en que lo estaban llevando a la cárcel, Lula, en la versión más acabada de un hombre de las instituciones, dijo: "Confío en el sistema jurídico de Brasil". No hizo un llamado al pueblo, no. Confió en las instituciones.
Tal vez esas sean características positivas: la conciliación, el carácter pusilánime y la debilidad de espíritu. Finalmente, a ellos, la monarquía les regaló la independencia y la república, y es posible que esa historia haya configurado su espíritu conciliador. Pero a Venezuela nadie le regaló nada. Nosotros tuvimos que luchar por ellas y a un costo muy alto. Por eso, nosotros en lo nuestro y ellos en lo suyo, pero no es Lula quien nos puede dar lecciones de democracia.
Tampoco de sentimiento y espíritu latinoamericanista puede Lula dar enseñanzas. Dije antes que él piensa en la necesidad de una integración subordinada. No son palabras huecas: ¿quién impidió que se estableciera una arquitectura financiera en América del Sur? ¿Quién le puso todo tipo de trabas al sucre hasta impedir que funcionara? ¿Quién prestó poca atención a la creación de la Celac hasta que entendieron que la necesitaban como plataforma para lanzarse a la conquista de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Quién apoyó a Unasur solo cuando Itamaraty estuvo segura de que la podía controlar? ¿Quién huyó de Mar del Plata cuando Chávez, Kirchner, Tabaré Vázquez y hasta el conservador Nicanor Duarte le plantaban cara al jefe del imperio? ¿Quién atrasó todo lo que pudo la construcción de la refinería Abreu e Lima que Chávez impulsó para el bienestar del nordeste olvidado y marginado de Brasil? ¿Quién, ante el golpe de Estado contra el presidente Castillo en Perú, dijo que había sido una transición en términos institucionales?
Yo respeto lo que puede haber hecho Lula a favor de su pueblo. No sé si es todo lo que pudo, pero no puede, ni debe, estar dando lecciones de democracia a nadie. Por lo menos en Venezuela no lo permitimos. Si la señora Machado le concedió ese derecho, se debe entender con ella y asumir la responsabilidad de aliarse con aquellos que hacen apología del terrorismo y favorecen una intervención militar extranjera en el país. ¿Por qué si Bolsonaro lo hace, está mal, pero si lo hace Machado, es correcto? ¿Por qué uno actuó al margen de la ley y otra lo hizo a favor de la democracia? ¿Por qué Bolsonaro es golpista y Machado no? Aclárelo, señor presidente Lula, porque, si no, el presidente Maduro podría tener derecho a pedir que cese la persecución contra el expresidente Bolsonaro. ¿Qué le parece? Claro, el presidente Maduro jamás hará eso, primero porque no se inmiscuye en los asuntos internos de Brasil y segundo porque jamás apoyará a un terrorista violento y golpista, como está haciéndolo usted en Venezuela.
Estimado compañero Lula, quisiera recordarle que el primer presidente en manifestar la solidaridad con usted tras su injusta prisión fue Nicolás Maduro y el primer presidente en expresar su rechazo y repudio al golpe de Estado contra Dilma Rousseff fue Nicolás Maduro. No hubo cálculo político al decidir esas acciones. Hoy recogemos el ánimo y la solidaridad del pueblo brasileño que rechaza sus manifestaciones de apoyo al terrorismo en Venezuela. También es bueno recordar que el 25 de julio de 2019, la señora Machado tuiteó contra usted y el peligro que significaba que el Foro de São Paulo reclamara su libertad.
Como dicen los jóvenes ahora, "usted está en otra", presidente Lula. Mientras los pueblos africanos se rebelan y rompen con Francia, usted le declara su amor a Macron en el mismo lugar en que las empresas francesas devastan la Amazonía sin contratiempos. Más coherencia presidente, porque eso sí es grave.
El 8 de agosto reiteré tales conceptos en una entrevista para radio y televisión con el periodista Carlos Arellán, de Venezuela News, y ante la pregunta específica respecto de qué me parecía la actuación de Brasil y de Lula, respondí (en versión transcrita):
Hay que entender a Lula en sus circunstancias. Fue un gran dirigente sindical, reconocido por su lucha contra la dictadura del siglo pasado en su país, que estuvo preso varias veces, nunca dejó de luchar contra la dictadura y cuando se implanta la democracia en Brasil en los años ochenta del siglo pasado y Lula trata de abrirse un espacio mucho más allá de lo local, encuentra a Fidel Castro, descubre a Fidel Castro, y, al hacerlo, descubre un modelo de comportamiento que en las condiciones que él estaba le pareció positivo, asumiendo posiciones más radicales, que sentaron un punto de vista y un comportamiento del Partido de los Trabajadores y de él en todo ese período de alrededor de veinte años, desde aproximadamente los años 84-85 hasta que llega al gobierno en el 2003.
Cuando llega al gobierno y comienza por segunda vez a buscar espacios en el mundo, se encuentra que está Fidel Castro todavía y ahora Hugo Chávez, y entiende que aliarse con ellos le puede ser favorable para que la condición que ha tenido siempre Brasil como potencia subregional se proyecte en nuevos espacios. De esta manera, asume posiciones que ya los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez estaban impulsando. Lula se pliega a ellas, las asume, pero sin ser un revolucionario ni un transformador.
Lula va a Mar del Plata, pero se escapa. Se puede buscar la foto de ese día para confirmar que no estaba ahí. Nicanor Duarte, el presidente paraguayo, que era de derecha, estaba ahí, también Maradona y Kirchner, pero no estaba Lula.
Esa es la personalidad de Lula, pusilánime, dubitativo y que, además, ahora, en la medida que no está Chávez ni está Fidel, se acerca a otros que le acomoden mejor. Hoy, por razones que desconozco, le ha acomodado mejor Francia y Macron. Eso ha hecho que hoy Lula se asuma como un exponente de la política europea hacia América Latina, como un vocero de la Unión Europea en América Latina.
En esa medida está actuando respecto a Venezuela, y, como es un tipo sagaz, en un país que es fronterizo con Brasil, ha ido cambiando su discurso y su comportamiento de acuerdo con las circunstancias. Es lo que han hecho Lula y Brasil siempre: acomodarse a la situación, nunca asumir una posición en nada. Nunca lo ha hecho, nunca ha asumido una posición de vanguardia en nada, espera a ver si Estados Unidos tiene más fuerza para acomodarse. Ahora constata que hay países emergentes muy activos y se mete a Brics. En algún momento pensó que podía hegemonizar América del Sur, entonces se esforzó en crear Unasur, pero no aceptó y saboteó la creación del sucre y el Banco del Sur. Eso no surgió porque Lula no quiso que surgiera.
En el caso de la Celac, donde tenía que enfrentar la influencia de la otra potencia regional, México, considerando que en América del Sur es evidente su poder, pero en el contexto latinoamericano y caribeño debía confrontar con México, ¿cuándo se transformó América Latina y el Caribe en objeto de su interés? Cuando se dio cuenta de que para concretar su ambición de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU necesitaba a los países de la región. Entonces comenzó a incrementar su presencia, instaló embajadas en los países del Caribe y fortaleció su presencia en América Central.
No podemos esperar más que eso de Lula, porque es una persona acomodaticia, dubitativa, pusilánime, dotada de un gran sentimiento nacionalista, pero más que eso, nada.
El 12 de septiembre, en otro artículo titulado "Brics. Hacia la Cumbre de Kazán: perspectivas y procesos" expuse que:
La Cumbre de Kazán tendrá que tomar decisiones de cara al futuro. No se debería repetir el chasco que significó que Lula, solo por favorecer a su amigo Alberto Fernández, propusiera e hiciera aprobar el ingreso de Argentina, sabiendo que podría pasar (lo que lamentablemente ocurrió) que la llegada al poder de Javier Milei impidiera la concreción de esa superficial y emocional propuesta.
Aunque la presidencia pro tempore rusa ha dicho que esperaba que representantes de los países latinoamericanos asistieran a la Cumbre del Brics en Kazán, hay que decir que una cosa es asistir a la Cumbre y otra entrar a la organización. No sabemos si con la frivolidad que lo caracteriza, y continuando con su política de favorecer a Estados Unidos y Europa, Lula —que no ha reconocido aún al presidente Maduro— "vete" el ingreso de Venezuela, poniendo a China, a Rusia y a los miembros restantes en una encrucijada que los lleve a tener que decidir entre Brasil y Venezuela. Vale decir que, hasta el momento, Brasil es el único país miembro de Brics que no ha reconocido al presidente Maduro.
Finalmente, el 25 de septiembre, en la segunda parte de un artículo titulado "La izquierda en América Latina. Tendencias y perspectivas" opinaba que:
Como siempre, en la victoria las malas costuras quedan ocultas, pero en la derrota todas se ponen a la vista. El reflujo iniciado en 2015 produjo un profundo impacto en la izquierda. Esta vez el esfuerzo mediático imperial sustentado en su poderoso aparato informativo-cultural se transformó en un instrumento principal para acentuar el retroceso, estimulando las percepciones negativas en torno a que en esta ocasión la regresión era definitiva y total. Era, en el fondo, una suerte de "fin de la historia latinoamericana". La debilidad y la tibieza de algunos emergió, estimulando la derrota, por un lado, y posiciones acomodaticias e intermedias que postulaban que "sí, pero no", por el otro.
Al finalizar dicho artículo señalaba que Lula era exponente de esta tendencia.
El daño causado por Lula no afecta solo a Venezuela, que a pesar de todo recibió el apoyo casi unánime de Brics (miembros y nuevos ingresos), manifestado en las múltiples reuniones bilaterales del presidente Maduro en Kazán y las posteriores visitas del mismo mandatario a Argelia y de la vicepresidenta Delcy Rodríguez a India y Vietnam.
El daño principal se lo ha asestado al propio Brasil —como lo ha señalado en varios artículos el analista y dirigente político brasileño Valter Pomar—, y sobre todo a Brics, sometido a las veleidades de Lula y a las necesidades de Amorim de rendir tributo a sus amos europeos.
Creo que resulta sumamente peligroso para el futuro de Brics que hoy se hable con total naturalidad del "veto de Brasil al ingreso de Venezuela". Esa institución [la del veto] presente en el Consejo de Seguridad de la ONU es expresión de la dictadura de esa instancia. Si Brics pretende diferenciarse y construir un espacio democrático que tome en cuenta a todos los países y pueblos del mundo, tendrá —de alguna manera— que desprenderse del derecho a veto, causa fundamental de las injusticias, la guerra y la devastación del planeta.
Más allá de Venezuela, que resistirá y vencerá, el reto de Brics es transformarse en la plataforma de construcción de un mundo nuevo. De no eliminarse el derecho a veto, el grupo se paralizará. De cara al futuro, Brics no puede ni debe permitir el chantaje y la coacción de Brasil. Primero, fue el ingreso de Argentina, ahora el veto a Venezuela. ¿Hasta cuándo Brasil seguirá imponiendo su irresponsabilidad y su agenda europea a Brics?
Sergio Rodríguez Gelfenstein