Letra fría | Víctor Valera Mora: un ñángara enamorado
01/11/2024.-
(Otro paréntesis. Fragmentos de la conferencia "Víctor Valera Mora: un ñángara enamorado", en el Centro de Estudios para la Democracia Socialista. Jueves, 7 de noviembre de 2019, 4:00 p. m., avenida Los Pinos con calle Las Pomagás, casa 4, La Florida).
Cuando sentí los primeros escarceos con la literatura, me frustraba lo de "los sauces llorones" que todo el mundo repetía, pero a final de bachillerato supe de un poeta que rompía los esquemas, hablaba de Lorenzo Parachoques y Pepita, de los cómics de la época, y con estilo coloquial, utilizando el "vos" que bautizó como "maracuchismo leninismo", me hizo sentir que no todo estaba perdido. Me fui con ese libro de Blas Perozo Naveda a la Javeriana de Bogotá, donde me atiborraron de literaturas clásicas y medioevales, por decir lo menos. Aunque aprobé con honores esos tres años, llegar a la escuela de Letras de la UCV post-Renovación fue un verdadero oasis literario. Lo mejor comenzó cuando leí a un tal Chino Valera:
Amanecí de bala / amanecí bien magníficamente bien todo arisco / hoy no cambio un segundo de mi vida por una bandera roja / mi vida toda la cambiaría por la cabellera de esa mujer / alta y rubia cuando vaya a la Facultad de Farmacia se lo diré / seguro que se lo diré / asunto mío amanecer así.
Entonces entendí que a todos nos había ocurrido algo parecido con alguna muchacha de la universidad.
O cuando soltaba esta perla que arrancaba "Por aquí paso Benny Moré y le metió candela a Mozart, a Beethoven y a Vivaldi", y hablaba de que Los Beatles se salvaron porque le hablaron largamente de la caída de un reino, para terminar magistralmente: "Por aquí paso Benny Moré / más huracanado que el Gloria al bravo pueblo / nuestra pobre canción de 1811". Le escribí a Marcel Lemaitre, mi compinche de la universidad, como decíamos en Colombia: "No joda, cuadro. Este man es la verga".
Luego, cuando vi que el poeta se meaba en el parque de los escritores, se burlaba de las celebridades políticas e intelectuales en el poema Nombres propios, o "Manden las putas / que ya los hijos están mandando", entendí que este jodedor irreverente era de los nuestros. Sobre todo, cuando Blas, que con el tiempo se hizo mi hermano muy querido hasta su partida, me habló del poeta Valera Mora con el afecto de un gran amigo y con el respeto de ser su discípulo también. Vale decir que el Chino Valera Mora era como el maestro de todos los poetas vanguardistas. El Catire Hernández D’Jesús resumía pertinente:
El Chino Valera Mora era un poeta que integraba no solamente su mundo amoroso, sino su mundo político, es decir, él fue, como él mismo se llamaba, un panfletario de los años sesenta o setenta, y se constituye prácticamente en un ser que prácticamente abarca tres generaciones.
Pero yo creo que más contando la propia suya, cuenta Gabriel Jiménez Emán, otro de sus grandes amigos, que en Barquisimeto se reunían en casa de Álvaro Montero con Pedro Parayma, Pepe Barroeta, Valera Mora y Luis Camilo Guevara y hacían lecturas de poesía por todo el país con el nombre de Balacera al Suicidio. Casi todos: el Chino, Pepe, Caupolicán, Luis Camilo y el poeta Acevedo. Creo que Gabriel participó después con Southerland, y conformaron la Pandilla de Lautréamont. Una segunda generación incluiría a Earle Herrera, Sael Ibáñez, Roberto Malaver y unos cuantos más.
Casi todos los que salimos de la escuela de Letras hasta 1980 entramos en una tercera generación, y luego se formó una cuarta, de los ochenta en adelante, en la misma UCV.
En mi caso, mi hijo Marcel es cuarentón y muy estudioso del Chino, y mi nieto Matías, de veinte, ya lo incluye, y a otros poetas también, en sus toques como DJ. Vean el video que realizaron, hará varios años, los jóvenes de Ávila TV recitando el hermoso poema Relación para un amor llamado amanecer.
A lo Valera Mora, un parafraseo resumidor
Aquí vengo más "desbarrancao" que nuestra pobre canción de 1811; aquí vengo sin letra fría, ni caliente, por culpa de la parranda de anoche; aquí vengo para eso, a copiarme del Chino otra vez.
Como él, me orino en el parque de los escritores; como él, vengo a recordarles la lucha de clase, a hablar el más terrible de los lenguajes, hacer de la poesía, un fusil airado, implacable, hasta la hermosura. Como el Chino, yo justifico esta guerra y me siento un hermoso panfletario.
Llegó la hora cero: hay que atacar entre el humo, entre la tierra lacerada por las explosiones. Allí hay un ataque enemigo de esa trinchera. Tira las granadas. Si viene un contraataque, nos barren. ¿Fue mi proyectil el que tumbó a ese?
No teníamos ni un gramo de seso para pensar: el manifiesto del partido era asunto de otros climas. El problema del poder político en manos del almanaque cuando los monopolios y los explotadores nacionales entendieran que iban mal. Ya en el 45 había caído la zamurada sobre el botín… A cambio de pan, dieron al pueblo el voto universal y secreto, y en las urnas quedaron las promesas y afuera el hambre floreciendo desde entonces. Llamábase democracia al fascismo, y maestro de juventudes a un viejo celestino de los poderosos.
Nada como aquel poema de los Nombres propios, y Rómulo Gallegos es un mondongo melancólico que sonríe por fuera como las hienas, y padre y maestro de medio siglo de iniquidades y depredaciones… y Arturo Uslar Pietri aúlla y estridula como langosta y ladra y late y es perjuro y chiste cruel… y Simón Alberto Consalvi es una marmota agropecuaria, para no hablar de los Zuloaga, porque no caben en esta página. Y para que no quede hueso sano, la verdad es que a los comunistas ese revisionismo sí los ha puesto bien feos. En cambio, uno, que es terrorista y buenmozo, y cuestionador y buenmozo guevarista, y douglista y más buenmozo todavía, y así es uno, que no se cansa de decirse que si las montañas toman las ciudades, el mundo le va a quedar chiquito a la hermosura.
Y para terminar con la copiadera, ahora lo hago de Pichardo: escribo este poema ajeno, porque soy un desbandado y me desangro.
Humberto Márquez