Hablemos de eso | Sobre fascismos

15/09/2024.- "El fascismo es un fenómeno ubicado históricamente en Europa en el período entre las dos Guerras Mundiales", me decía un amigo, y yo concedí. Sin embargo, creo que se le pasaba por alto que las palabras se reconfiguran con el tiempo y con el uso, llegando a flexibilizar su significado y aplicación.

Lo cierto es que el fascismo histórico —o más precisamente el nazi-fascismo— quedó marcado por el régimen de odio que impusieron Hitler y Mussolini.

Cuando las fotografías de los campos de concentración y las pilas de cadáveres amontonados en ellos se divulgaron, cuando llegaron a documentarse sus innumerables crímenes, el nazismo y el fascismo llegaron a identificarse con el mal, expresado en genocidio orientado por el supremacismo racista —la creencia de que una "raza" o una nación era superior a las demás y que, por tanto, los "inferiores" tenían que ser eliminados o esclavizados—, el totalitarismo y la violencia.

Aimé Césaire, el formidable intelectual y político nacido en Martinica, recordaba, sin embargo, que los horrores del nazismo se habían ejercitado por las potencias europeas, sin disimulo y con saña, contra sus colonias, especialmente cuando se levantaban o se mostraban ariscos a la dominación. Por supuesto, uno tiene que mencionar el inconmensurable cometido por las potencias europeas contra los pueblos originarios de América, o el saqueo de África para vender a millones de personas como esclavos. Aunque el asunto no paró allí: las barbaries se prolongaron por siglos, contra vietnamitas o malgaches (colonias francesas hasta mediados del siglo XX), contra congoleses o chinos (en el Congo el exterminio y la explotación fue encabezado por el rey de los belgas y en las masivas masacres en China participaron, con igual entusiasmo, estadounidenses, japoneses, alemanes, británicos y, en general, todas las potencias coloniales que se disputaban el botín).

No paró en formas tampoco en América. Para solo mencionar un caso, recordemos que, en El Salvador, en 1932, fueron exterminados decenas de miles de personas después de una rebelión campesina. La práctica de obligar a cavar sus propias tumbas a quienes después serían fusilados fue generalizada y está claramente documentada. Casi toda la población indígena hablante del nahua fue exterminada.

Explica Césaire que para las "buenas conciencias", esas masacres de millones de personas, la expropiación de tierras, la cruel explotación y el secuestro masivo de personas para ser vendidas como esclavos no existieron, fueron menores o fue algo normalizado, cubierto por un velo de racismo. Dice de la burguesía europea que

… en el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África.

Ese es el centro de su Discurso sobre el colonialismo.

El fascismo y el nazismo surgen como reacción a la rebelión de sus pueblos. Parece tapado por la historiografía, que olvida lo que no le conviene, pero la Primera Guerra Mundial —asquerosa matanza entre potencias coloniales que disputaban una tajada de la torta en África, Asia y el este de Europa— no solo tuvo entre sus consecuencias la Revolución rusa de 1917. Bajo el mismo esquema, asumiendo su organización en soviets o consejos de obreros y soldados, hubo revoluciones frustradas en Alemania, Austria e Italia, y llegó a formarse la República Soviética de Hungría, acciones revolucionarias ahogadas en sangre en todos esos países europeos.

El fascismo italiano nace de obreros desempleados y soldados sin esperanza de encontrar un lugar en la Italia destruida por la guerra, con la simpatía de los sectores medios que despertaron su pánico ante la revolución. Comienzan como grupos de choque contra las huelgas y consejos de fábrica, contra los comunistas y socialistas. A palos se imponen y se colocan al servicio de la burguesía. No en balde, Mussolini llegó a decir que "el fascismo no tiene una ideología totalmente definida; su filosofía es la acción". "Fascios" se denominaban los grupos de choque; de ahí viene el nombre de fascistas. La gran burguesía llega a ser la mejor aliada del fascismo (o más bien, recurre a sus sicarios) para preservar su poder y sus riquezas, para aplastar al pueblo rebelde. Una trayectoria similar sigue Hitler y los nazis. Franco en España se alzó contra la República y la amenaza que significaba para las fuerzas que tradicionalmente habían dominado en aquellas tierras.

Nazis y fascistas tuvieron sus simpatizantes en Estados Unidos y Gran Bretaña, en Francia y Ucrania…

Prescott Bush —padre y abuelo de los dos presidentes estadounidenses del mismo apellido— se desempeñó en el Directorio de la Union Banking Corporation, entre 1934 y 1943, entidad controlada principalmente por la familia Harriman, que financió a Hitler. Entre 1939 y 1942, Prescott Bush estuvo completamente involucrado en la economía alemana durante lo peor del régimen de trabajo esclavo, y se benefició de ello. La información no es secreta: puede hallarse en Wikipedia.

Henry Ford, el mismo creador de la gran industria automovilística estadounidense, fue un declarado antisemita. Publicó el libro El judío universal: el mayor problema mundial. Hitler llegó a colgar la foto de Ford en la pared y basó varias secciones de su libro Mi Lucha en los escritos del americano, al que decía "reverenciar": "Solo Ford mantiene su total independencia frente a los judíos (…) Haré lo que pueda para poner sus teorías en práctica en Alemania", dijo el señor Hitler. En 1938, el cónsul alemán en Cleveland otorgó a Ford la condecoración de la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana, la condecoración más alta que la Alemania nazi podía otorgar a un extranjero.

Y, continuando con Wikipedia,

… el economista británico Antony C. Sutton afirma que, sin el apoyo de la banca y el mundo financiero e industrial americano, no habría existido Hitler, o al menos no habría logrado llevar al mundo, en 1938, al borde del abismo. Sutton ofrece testimonios y pruebas de la financiación del partido nazi desde sus mismos orígenes, y, más tarde, del ambicioso programa de obras públicas y rearme del Tercer Reich, por parte de diversos gigantes corporativos y grupos bancarios estadounidenses.

En nuestra América, asumida por el gran capital y las potencias o superpotencias como colonias, semicolonias o neocolonias, el recurso de la violencia, el exterminio o la represión tiene una diferencia. El apoyo fundamental a estos recursos es el del imperialismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se anunciaba el fin del colonialismo y el reino de las "democracias occidentales", los regímenes de fuerza bruta no dejaron de proliferar en América Latina. En un rápido e incompleto recuento, permítanme recordar que en los años cincuenta, no solo fue derrocado en Guatemala Jacobo Árbenz para imponer un largo ciclo de dictaduras, sino que en Cuba estaba Fulgencio Batista; en República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo (conocido por el apodo de "Chapita"); en Venezuela, Pérez Jiménez; en Nicaragua, Anastasio "Tacho" Somoza y, después, su hijo, "Tachito"; en 1964, se impone la dictadura militar en Brasil y se inicia el reino de François Duvalier ("Papa Doc") en Haití; en los años setenta, se imponen por sangrientos golpes de Estado las dictaduras en Chile, Argentina, vuelven a Uruguay, siguen en Paraguay, Brasil, Bolivia… Es apenas a finales de los años noventa cuando se generalizan los gobiernos electos (no necesariamente muy democráticos).

El principal apoyo a estas dictaduras antes de la Primera Guerra Mundial se repartía entre las potencias coloniales (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia…). Después de la Segunda Guerra Mundial, con la consolidación de los Estados Unidos como potencia imperialista hegemónica, el apoyo a las dictaduras en América Latina ya no se reparte, sino que todas son apadrinadas por el gobierno estadounidense (que solo llaman a otros países como comparsa o socios menores). No en balde, para esos años se crea la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Tal vez por esa diferencia entre los gobiernos criminales no electos de América Latina y aquellos de Hitler o Mussolini, algunos autores se negaron a designar a las dictaduras militares latinoamericanas como fascistas, pero igual intentaron hacer méritos para esa designación; no les faltó vocación asesina.

Desde la imposición del nazifascismo de entreguerras, varios autores han intentado identificar rasgos comunes al fascismo: el culto a la violencia, el desprecio por las reglas de la democracia burguesa, la postulación de la supremacía de un grupo humano sobre los demás, por ejemplo, el llamado "supremacismo blanco" que intenta revivir Trump —o la supremacía de la "gente decente"—, el racismo, la invención de un "enemigo de la humanidad" como los judíos, o los comunistas, o los desdentados chavistas, y otra larga lista…

Dentro de sociedades signadas por la desigualdad y el resentimiento, algunos grupos asumen estos rasgos. En Estados Unidos, por ejemplo, existen cientos de grupos calificados como "extremistas", grupos muchas veces armados que convierten el odio en religión. Un ejemplo de ellos es el Ku Klux Klan (KKK), aunque hoy ni siquiera sea el más importante.

Algunos de estos grupos intentan disimular sus inclinaciones; otros toman para sí, francamente, la simbología o los rituales del nazismo alemán o del fascismo. Con la cara que sea, representan el extremo del "capitalismo civilizado", que no repara en formas cuando lo requiere.

 

Humberto González Silva

centrodescolonizacionvzla.wordpress.com


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