Historia viva | Ayacucho juvenil, diverso y patriota

27/11/2024.- Las memorias olvidadas de la Batalla de Ayacucho dan cuenta de otra narración que nos lleva a pensar en otro ángulo del dato histórico estático de la historiografía tradicional, uno que nos permite la movilidad de la interpretación, se diría de la historia en los rieles de la hermenéutica para poder trasladarnos hasta el presente, incluso trazar rutas para el conocimiento histórico prospectivo, eso que le da escozor a los academicistas y a los “documentólogos” como a los enemigos de la patria grande.

Si vamos a hablar de un Antonio José de Sucre como líder alfa de Ayacucho, tenemos que recordar que el ungido por el Libertador para desarrollar la Campaña del Sur, en primer término, fue el joven general de división José Antonio Anzoátegui, jefe de la Guardia de Honor del Libertador y quien hasta el primer semestre de 1819 fue el elegido para liderar batallas épicas como Junín y Ayacucho. Solo que la traición y la inquina exógena y endógena le quitaron la vida, pero Antonio José de Sucre lo emuló gloriosamente

En la última carta del Libertador al joven y disciplinado Anzoátegui le explicaba: “Cuide mucho de la Guardia, y recuerde que en ella tengo puesta toda mi confianza. Con ella, después de haber cumplido nuestro deber con la Patria, marcharemos a libertar a Quito; y quién sabe si el Cuzco recibirá el beneficio de nuestras armas; y quizás el argentino Potosí sea el término de nuestras conquistas.” Y luego de aquel desenlace fatal Bolívar ofreció el testimonio de su afecto por Anzoátegui: "Habría yo preferido la pérdida de dos batallas a la muerte de Anzoátegui. ¡Qué soldado ha perdido el ejército y qué hombre ha perdido la República!" "¡Qué difícil es reemplazar dignamente a un hombre como Anzoátegui!"

Anzoátegui fue formado en la Academia Militar de Armas (Barcelona),  era extremo disciplinado, pero sobre todo lector consumado como Sucre. Ambos aprendieron en la escuela móvil de la guerra, sus pupitres fueron sus cabalgaduras y el ensayo trigonométrico de los cálculos de fuerza y razonamientos estadísticos eran las prácticas en el campo de batalla, como los de toda una generación de jóvenes combatientes seleccionados por Bolívar para las más arriesgadas empresas de valentía y un objetivo superior muy claro: la liberación de la patria grande del yugo imperial español.

La otra historia está suscrita y determinada por la fuerza miliciana, hombres y mujeres del pueblo pobre que se integraron el Ejército Libertador y que pocas veces se menciona, porque se nos ha enseñado que los jefes militares destacan en las plumas de los que escribieron y aún siguen escribiendo la historia de los mandatarios, cuando algunos testimonios escritos, en este caso por el propio Sucre, revelan otros indicios.

Las órdenes emitidas desde noviembre de 1824 a sus oficiales expresamente ponen atención a los apoyos civiles como los líderes indígenas, caciques de la comarcas o vecinos de las poblaciones cercanas al paso del Ejército Libertador para el abastecimiento logístico de los 6 mil hombres que constituían las tropas patriotas.

Así Sucre ordenó al coronel patriota argentino Román Antonio Deheza, desde su campamento en Andahuaylas el 13 de noviembre de 1824 : “Aunque yo voy con el ejército persiguiendo a los enemigos, no podré alcanzarlos tan fácilmente…pero puede V.S. asegurarle a los pueblos que los enemigos no estarán en ellos sino en tránsito, que por consiguiente pueden los vecinos o esconderse o negarles los recursos u hostilizarlos, fomentando la deserción de sus tropas, ocultándoles los soldados en las marchas, y en fin haciéndoles cuanto daño puedan”.

Lo mismo ordenó al general Miller desde Sirca a poco más de un mes de la batalla de Ayacucho el 3 de noviembre de 1824: “…Tome Usted la pena de activar al cacique de Lambrana para que mande aquí las papas y el maíz que quedaron a su cargo. Sobre todo que se remitan en el día unas suelas que quedaron en casa del cura, que son más de 50 o más”. Haciendo un cálculo reservado de 250 gramos de comida diarios para 6.000 combatientes son cerca de 1.500 kilos diarios de alimentos, al mes eran 45 mil kilos de comida para las tropas patriotas.

Por un lado, este texto revela la consideración que tenían los jefes de los pueblos originarios con la presencia del Ejército Libertador, por otro lado la proveeduría logística que no se limitaba a la alimentación de miles de soldados combatientes, sino a elementos logísticos como los cueros para los aperos, correas y calzados para la tropa libertadora y, finalmente, un elemento indiciario que fue la relación de los curas de los pueblos asociados a las actividades insurreccionales patriotas contra la monarquía española.

Anzoátegui tenía apenas 30 años cuando Bolívar lo asciende a general de División, le encarga los ejércitos del norte en Colombia, y le advirtió su responsabilidad con la Campaña del Sur,  pero es envenenado en presencia de Santander en Pamplona, cinco años antes de la derrota del colonialismo en Ayacucho.

Antonio José de Sucre, prevenido por el Libertador en la experiencia de Anzoátegui y a pesar de su resistencia a desarrollar la campaña hacia Perú, cuando realizó los cálculos previos, tácticas y estratagemas para triunfar en Ayacucho, tenía 29 años, pero ya sabía por recomendación del Libertador que sin un ejército popular los triunfos no estarían garantizados, una lección que trasciende hasta hoy y con ímpetu y espíritu revolucionario bolivariano y transformador, aunque suena a pleonasmo es la perspectiva futura de los pueblos en su lucha permanente por la emancipación social.

Aldemaro Barrios Romero

 

 


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