Vitrina de nimiedades | Compromiso y verdad

13/04/2024.- La verdad existe, pero qué compleja se vuelve. Es, en simultáneo, el bien más invocado y vilipendiado entre los humanos. Dicen que cada quien tiene la suya y la administra como cree más conveniente. Pero hay verdades colectivas, usadas en muchos casos para dividir; por fortuna, su propia fuerza telúrica las ayuda a plantarle cara a quienes insisten en deformarla para su beneficio.

Hacer emerger esas certezas es un acto de justicia. Eso requiere memoria histórica, otro recurso víctima de manipulación multiforme. Basta dejar de hablar sobre un suceso para irlo diluyendo. Si no nos acordamos, para qué queremos volver a esos recuerdos. No hay mayor crimen contra un libro, una fotografía o un producto audiovisual que olvidarnos de su existencia. Qué ignominioso destino.

Verdad y memoria también son sometidas al escrutinio de distintas ópticas. No basta con saber algo: prejuicios, ignorancia, desconocimiento o desinterés pueden combinarse para la injusticia, la deformación, la manipulación interesada y la siembra de la duda. Así nace una amplia gama de relatos, desde la media verdad hasta la mentira elaborada, refinada y posicionada entre amplios sectores de la sociedad. Escuchar lo cierto implica también querer conocerla y aceptarla. Muchas veces, eso no se desea.

A ese cuadro se suma un elemento poderoso: la consecuencia de exponer la realidad. Por un lado están quienes la manipulan para imponer su versión de las cosas o, al menos, sembrar convenientemente la duda. Por el otro, se encuentran aquellos que pagan con su integridad, salud y libertad el hecho de contar lo que efectivamente pasó. La honestidad tiene un costo.

Una cosa es llenarse la boca en nombre de la verdad y otra tener arrojo para contarla. Si no se tiene el ala protectora de los poderes fácticos, sus garras oprimirán a quienes revelan lo que deliberadamente está oculto. Pueden ir más lejos: manejar situaciones para imponer la “narrativa verdadera”. Y si no eres el aliado en ese teatro, puedes ser su víctima.

Cuatro historias son ejemplo incontrovertible de esos juegos de poder: Jorge Recio, Julian Assange, Pablo González y más de un centenar de periodistas asesinados en Gaza desde el 7 de octubre, cuando fuerzas israelíes comenzaron una nueva escalada, cuyo fin parece no existir. A ellos rendimos homenaje en Caracas este 11 de abril, cuando conmemoramos los 22 años del fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, quien volvió a Miraflores por una movilización popular posible, entre otras cosas, por quienes lograron mostrar la realidad con el boca a boca y los medios alternativos.

En el videoforo “Verdad: víctimas y estrategia”, efectuado en la Cancillería, recordamos la historia de estos hombres y mujeres, cuyo compromiso y arrojo les costó o les está costando la vida. Hindu Anderi, Mercedes Chacín y Pascual Serrano analizaron cómo el ataque a esos comunicadores forma parte de un mapa más amplio de dominación.

Las historias de Recio, Assange, González y los periodistas asesinados en Gaza nos confirman que la verdad requiere valentía para buscarla y difundirla, agudeza para identificarla y sabiduría para asumir las consecuencias. Pero, sobre todo, nos reclama como sociedad no cometer el pecado del olvido.

Rosa E. Pellegrino 

 


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